Capítulo 20 (Parte 2)

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Lord Jack Frost estaba sentado junto a la chimenea.

—Mira quién ha venido a verme, Elsa —dijo su madre mientras se ponía en pie y se acercaba a ella a toda prisa—. Aunque no necesitas que te lo presente.

Jack se puso en pie y le hizo una reverencia al tiempo que su madre se volvía para sonreírle con calidez.

—Señorita Arendelle —la saludó.

—Lord Jack acaba de llegar de Somersetshire —explicó su madre— y ha querido detenerse a saludarme. ¿A que ha sido muy cortés, Elsa? Ha estado contándonos a Isabella y a mí lo mucho que te aprecian en Pinewood Manor.

Elsa lo miró en silencio, indicándole lo molesta que estaba.

—Ha sido muy amable al pasarse por aquí, milord —dijo.

¿Cómo me has encontrado? ¿Por qué me has buscado?, quería preguntarle.

—Siéntese de nuevo —le dijo su madre a su invitado al tiempo que tiraba de Elsa para que se acomodara con ella en el diván—. Elsa, le he explicado por qué no podías reunirte con nosotros de inmediato. —Miró a su visita una vez más—. Verá, milord, mi padre era un caballero, pero perdió su fortuna con unas desastrosas inversiones, de modo que mi hermano tuvo que labrarse su porvenir, al igual que yo. Yo también fui institutriz. El padre de Elsa era un caballero. Al igual que mi difunto esposo.

Su madre estaba a la defensiva, pensó Elsa.

—Cualquier persona que viera a la señorita Arendelle organizando la fiesta del pueblo no dudaría de que es una dama, señora —repuso lord Jack, mirando a Elsa con una expresión risueña.

Y siguió describiéndoles a Isabella y a su madre la fiesta del Primero de Mayo que se celebró en Trellick. Al cabo de unos instantes ambas reían a carcajadas y exclamaban encantadas. La capacidad para encandilar a casi cualquier persona era uno de sus dones, por supuesto. Un detalle que la había irritado muchísimo en Pinewood Manor. Y que en ese momento también la irritaba.

—Nos alegra que Elsa esté en casa de nuevo —comentó su madre a la postre—. Claro que seguramente vuelva a dar clases pronto. El señor Kirby ha prometido ayudarla a encontrar un trabajo decente, como ya hizo antes.

Elsa observó a Jack, pero no dio la impresión de reconocer el nombre.

—En ese caso he vuelto a la ciudad justo a tiempo, señora —comentó él—. De lo contrario, no habría visto a la señorita Arendelle si hubiera pospuesto mi visita para más adelante.

—Sí, ciertamente —convino su madre.

—Me preguntaba si podría hacerme el favor de concederme unos minutos a solas con su hija, señora —dijo.

Elsa meneó la cabeza de manera casi imperceptible, pero nadie la estaba mirando. Su madre se puso en pie sin titubear.

—Por supuesto, milord —replicó, muy complacida—. Ven, Isabella. Vamos a ver si podemos echar una mano abajo.

Su madre creía que había ido a cortejarla, pensó Elsa al ver que le lanzaba una miradita muy elocuente cuando estuvo de espaldas a su invitado, antes de marcharse con Isabella.

El tictac del reloj emplazado en la repisa de la chimenea sonaba demasiado fuerte.

Elsa extendió las manos sobre el regazo y clavó la mirada en ellas.

—¿Cómo me has encontrado? —le preguntó.

—Dijiste que tu tío era posadero —contestó él.

¿De verdad le había dicho eso?

—Comencé a buscarte ayer por la mañana —siguió Jack—. Empecé por las casas de postas con la débil esperanza de que tu tío siguiera en el negocio y de que se apellidara Arendelle.

Amante de nadie (Adaptación Jelsa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora