La noche fue la mejor de las agonías. Después de hacer el amor descubrieron que estaban hambrientos, de modo que se vistieron y bajaron para dar cuenta de la cena fría que Jack había ordenado preparar nada más llegar. Era tarde cuando acabaron de comer y de conversar. Elsa supuso que Jack se marcharía. Sin embargo, él extendió un brazo por encima de la mesa para cubrirle una mano con la suya y le preguntó si quería que se quedara. Respondió que sí.
Durmieron juntos. E hicieron el amor dos veces más, una cuando volvieron a la cama y otra antes de levantarse, por la mañana. Sin embargo, lo más doloroso había sido dormir con él. Se despertó en varias ocasiones, sobresaltada, y cada vez que lo hizo se lo encontraba a su lado, a veces de espaldas a ella, pero casi siempre abrazándola, enredados en las sábanas. Estar juntos de esa forma le resultó incluso más íntimo que el sexo. Y mucho más tentador.
Le dolía la cabeza cuando se sentó a la mesa para desayunar. Jack llevaba la ropa del día anterior y no estaba tan arreglado como de costumbre. Todavía tenía el pelo alborotado, aunque se había peinado. Iba sin afeitar. Estaba guapísimo.
—Hoy tengo que hacer algunas cosas —le estaba diciendo—, entre ellas ir a casa para cambiarme de ropa, un detalle importante. —Sonrió y se frotó el mentón con una mano—. Y para librarme de esta barba. Aunque es posible que pueda pasarme esta tarde por aquí. Tenemos que acordar la cantidad de dinero que recibirás y así ya nos olvidamos del tema y no volvemos a mencionarlo. Esa parte de nuestro acuerdo me resulta un poco desagradable, ¿no crees?
—Pero es esencial. —Elsa le sonrió y lo observó para memorizar su imagen.
Esos gestos nerviosos y la actitud un poco aniñada, tan típicos de él. La pronta sonrisa, si bien al principio le pareció artificial. La seguridad en sí mismo, que en ocasiones podía confundirse con la arrogancia inherente a su estatus social y a su educación. Y esa aura de temeridad y peligro que lo libraba de parecer un blandengue.
—Supongo que Toothie, la duquesa, me invitará a cenar esta noche —siguió él—. Le he prometido que me pasaría hoy por su casa para ver a los niños. Anoche estaban dormidos. Y si no es Toothie, será Emma. Lady Heyward, mi hermana. Irá a buscarme en cuanto se entere de que he vuelto a la ciudad.
Elsa mantuvo la sonrisa. Jack tenía familia. Una familia a cuyos miembros quería más de lo que pensaba. Su tono de voz dejaba claro que estaba deseando volver a verlos. La distancia que los separaba era un abismo infranqueable. Como su amante ocuparía un lugar periférico en su vida y realizaría un servicio despreciable, aunque esencial. Y solo durante una semana o unos meses, hasta que se cansara de ella. Su familia, sin embargo, lo sería para siempre.
Esas reflexiones reforzaron la decisión que había tomado.
—Pero no me demoraré mucho. —Jack alargó un brazo por encima de la mesa, tal como había hecho la noche anterior, y le cogió una mano con un gesto cariñoso—. No les permitiré que me engatusen para acompañarlos al baile, a la velada o al concierto al que hayan planeado asistir esta noche. —Le dio un apretón—. Apenas puedo esperar.
—Yo también. —Le sonrió.
—¿De verdad, Elsa? —Esos ojos oscuros la miraron de forma penetrante—. ¿De verdad que no es solo un trabajo para ti? ¿De verdad...?
—Jack... —Levantó sus manos unidas y se colocó el dorso de la Jack en la mejilla. La muestra de inseguridad y de vulnerabilidad, tan diferentes a la imagen que le ofrecía al mundo, le rompieron el corazón—. Es imposible que lo dudes siquiera. No después de lo de anoche. Por favor, no te tortures. Jamás.
—No. —Jack rió entre dientes—. No lo haré. Pero no me gusta este arreglo, Elsa, y no me importa decírtelo. Deberías volver al campo, deberías volver a ser la señorita Arendelle de Pinewood Manor. O deberías ser mi esposa. Lady Jack Frost. Deberías serlo. Me da igual que seas huérfana de padre o que hicieras lo que hiciste para poder comer. Me da igual lo que piense la gente. De todas formas, soy el tipo de hombre que todo el mundo espera ver metido en algún apuro.
—Jack, casarte conmigo sería mucho más que un apuro —replicó ella, pese al nudo que tenía en la garganta.
—Hagámoslo —dijo él con entusiasmo—. Así sin más. Compraré una licencia especial y...
—¡No! —Elsa volvió la cabeza para besarle el dorso de la mano antes de soltársela y ponerse de pie.
—Es lo que hicieron Tresham y Toothie —se apresuró a añadir él mientras la imitaba y se levantaba—. Salieron una mañana y se casaron mientras Emma y yo ideábamos la forma de convencerlo para que le propusiera matrimonio. Anunció su boda esa misma noche, durante un baile. Creo que no se ha arrepentido. Creo que son felices.
Ser la esposa de Jack. Poder volver a Pinewood Manor con él...
—En nuestro caso no funcionaría, cariño —le aseguró en voz baja, y se sobresaltó al comprender que había pronunciado el apelativo afectuoso en voz alta—. Debes irte. Tienes cosas que hacer.
—Sí. —Le cogió las manos y se las llevó a los labios, primero una y luego la otra—. Me gustaría haberte conocido hace seis o siete años, Elsa. Antes de... en fin, antes. ¿Qué hacías en aquel entonces?
—Seguramente estaba sirviendo café en la posada de mi tío —contestó—. Y tú estabas en las polvorientas profundidades de alguna biblioteca de Oxford, estudiando las declinaciones latinas. Vete.
—Hasta luego, pues. —No le había soltado las manos. Se inclinó hacia delante y le dio un beso fugaz en los labios—. Podrías convertirte en una adicción. Te lo advierto. —Le sonrió mientras se volvía para salir del comedor.
Elsa pensó que era apropiado que la última imagen que tuviera de él fuera casi idéntica a la primera. O casi a la primera. Porque también estaba sonriendo de esa manera cuando sus miradas se cruzaron en el pueblo, después de la carrera de sacos.
En aquel entonces era un apuesto forastero.
En ese momento era el amor de su vida.
Siguió de pie junto a la mesa del comedor hasta que oyó cómo se cerraba la puerta principal. Se aferró al respaldo de la silla con los ojos cerrados.
Después respiró hondo y fue en busca de Hannah.
Si hay algún error ortográfico o en cuanto a la adaptación les agradecería me notifiquen. Buena noche.
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Amante de nadie (Adaptación Jelsa)
RomansaElsa Arendelle jamás se hubiera imaginado que se cumpliría la predicción de aquella gitana: «Cuidado con un forastero alto, guapo y de pelo claro...» Creía haber encontrado la paz en Pinewood Manor, la casa que le legó el difunto conde de Bamber, cu...