—No estuve presente durante la lectura del testamento, milord —contestó—, pero confiaba en la palabra del difunto conde de Bamber. Cuando vine a la propiedad, hace dos años, me prometió que cambiaría su testamento. Pasó más de un mes hasta la fecha de su muerte. Sé que ni cambió de opinión ni dejó el asunto para otro momento. Ningún representante del actual conde se ha puesto en contacto conmigo. ¿No es esa una prueba de que sabe muy bien que la propiedad me pertenece?
—En ese caso, ¿por qué no tiene usted la escritura? —señaló lord Jack—. ¿Por qué me aseguraron tanto el abogado del conde de Bamber como el de mi hermano que la propiedad pertenecía al conde antes de apostarla y de perderla?
Elsa sintió un nudo muy desagradable en el estómago, pero no se atrevió a dejarse llevar por el pánico.
—Nunca se me ocurrió pedirla —contestó con sequedad—. La escritura de propiedad solo es un pedazo de papel. Confiaba en la palabra del difunto conde de Bamber. Sigo confiando en ella. Pinewood Manor es mío. Y no tengo intención de seguir discutiendo el tema con usted, lord Jack. No es necesario. Debe marcharse.
Lord Jack le lanzó una mirada penetrante mientras sus dedos tamborileaban de forma rítmica sobre su muslo. Estaba claro que no se marcharía dócilmente. ¿Acaso lo había esperado?, se preguntó Elsa. Desde que lo vio por primera vez el día anterior supo que era un hombre peligroso. Uno acostumbrado a salirse con la suya, dedujo. Además, era el hermano del duque de Tresham. El duque tenía fama de ser un hombre despiadado a quien nadie osaba contradecir.
—Podemos solucionar este entuerto de una forma muy sencilla —lo oyó decir—. Pediremos una copia del testamento del difunto conde. Pero en su lugar, yo no albergaría muchas esperanzas, señorita. En caso de que el difunto conde le hiciera esa promesa...
—¿En caso? ¿Lo está poniendo en duda? —Elsa dio un paso al frente sin pensar y acabó casi rozándole la punta de los pies.
Lord Jack levantó una mano para calmarla.
—En caso de que lo hiciera, me temo que no mantuvo su palabra. Estoy seguro de eso. Antes de salir de Londres comprobé que Bamber fuera el legítimo propietario de Pinewood Manor cuando apostó la propiedad y la perdió. Ahora es mía.
—¡No tenía derecho a apostarla! —gritó Elsa—. Porque no le pertenecía. Es mía. La heredé.
—Comprendo su inquietud —le dijo él—. Ha sido una gran irresponsabilidad por parte de Bamber. Por parte de los dos. Del padre, por hacer una promesa que no mantuvo; y del hijo, por olvidar que usted estaba aquí. De haber sabido de su existencia, podría haberla avisado con tiempo antes de venir en persona. Pero la desconocía, de modo que aquí me tiene, ansioso por explorar mi nueva propiedad. Me temo que tendrá que marcharse. No queda otra alternativa razonable, ¿verdad? Aquí no podemos vivir los dos. Pero le daré una semana de plazo. ¿Será suficiente? Me alojaré en la posada de Trellick durante ese tiempo. ¿Tiene usted algún otro sitio adonde ir? ¿Puede ir a Bamber Court?
Elsa apretó las manos con más fuerza. Sintió que se le clavaban las uñas en las palmas.
—No tengo la menor intención de irme a ningún sitio —replicó—. Hasta que no vea ese testamento y compruebe que no estoy incluida, este es mi sitio. Esta es mi casa. Mi hogar.
Lord Frost suspiró, y Elsa se percató de que estaban demasiado cerca, de modo que se sintió incómoda. Sin embargo, no pensaba retroceder. Echó la cabeza hacia atrás y lo miró a los ojos. En ese instante la asaltó el recuerdo de haber estado aún más cerca de él la noche anterior. ¿De verdad era el mismo hombre?
«Cuídese de un forastero alto, guapo y de pelo claro. Puede destruirla.»
—Si no tiene ningún lugar donde quedarse —siguió él con lo que podría haber interpretado como amabilidad si las palabras no hubieran sido tan brutales—, la enviaré a Londres en mi carruaje. A casa de mi hermana, lady Heyward. No, pensándolo bien, Emma es demasiado alocada para ayudarla de forma práctica. Mejor enviarla con mi cuñada, la duquesa de Tresham. Se ofrecerá a darle alojamiento y la ayudará a buscar algún empleo respetable y apropiado. O a algún familiar dispuesto a acogerla.
ESTÁS LEYENDO
Amante de nadie (Adaptación Jelsa)
RomanceElsa Arendelle jamás se hubiera imaginado que se cumpliría la predicción de aquella gitana: «Cuidado con un forastero alto, guapo y de pelo claro...» Creía haber encontrado la paz en Pinewood Manor, la casa que le legó el difunto conde de Bamber, cu...