—Nunca te había visto tan desanimado, Jack —se quejó lady Heyward—. Pensaba que tendrías montones de anécdotas que contarnos sobre Pinewood Manor y tus dos semanas en el campo. En cambio, te limitas a responder a nuestras preguntas con respuestas totalmente irrelevantes.
—No sé, Emma —replicó él, irritado—, a lo mejor es porque intentar conversar estando tú presente es un imposible. Además, la cena es estupenda y merece que la saboreemos. Felicita a tu cocinera de mi parte, ¿quieres?
—¡Qué injusto! —exclamó su hermana—. ¿Verdad que es injusto, Toothie? ¿Es verdad o no que le he hecho suficientes preguntas como para que se lanzara a hablar sobre Pinewood Manor? ¿Y no es verdad que he guardado silencio después a fin de concederle el tiempo necesario para que respondiera?
—En realidad, no hay nada que... —comenzó Jack.
—¡Por supuesto que debe de haber mucho que contar! —lo interrumpió—. ¿Quiénes eran tus vecinos? ¿Qué...?
—Emma —dijo Jack con firmeza—, Pinewood Manor ya no me pertenece. No merece la pena hablar sobre la propiedad.
—Aster me dijo que le has cedido legalmente la propiedad a la señorita Arendelle, Jack —terció la duquesa de Tresham—. Te admiro muchísimo por haber realizado un gesto tan honorable.
—¿Eso has hecho, Jacky? —Su hermana lo miraba atónita, con los ojos muy abiertos.
—Le ha devuelto Pinewood Manor a la señorita Arendelle —puntualizó Toothie—, porque creía que ella tenía más derecho a la propiedad que él. Estoy muy orgullosa de ti, Jack. Aster me ha dicho que es un lugar precioso.
—¿Crees que ha sido un gesto sensato, Jack? —le preguntó lord Heyward—. Podría haberse convertido en una propiedad muy próspera y conveniente para ti.
—¡Por fin lo entiendo todo! —exclamó Emma—. ¡Jack está enamorado!
—¡Por el amor de Dios! —replicó él.
—Estás enamorado de la tal señorita Arendelle —insistió su hermana—. ¡Qué maravilla! Y por eso has hecho el magnífico gesto de devolverle Pinewood Manor. Pero debes regresar. Seguro que se lanza a tus brazos y se deshace en lágrimas nada más verte. Tengo que estar presente para ser testigo de ello. Llévame contigo. Heyward, ¿puedo ir? De todas formas, tú te pasas el día entero en la Cámara de los Lores, y sabes que te supondrá un alivio no tener que acompañarme por las noches a ningún acto social durante un par de semanas. Tendremos tiempo para organizar una fastuosa boda en Saint George antes de que acabe la temporada social. Y después celebraremos un espléndido baile aquí. Toothie, debes ayudarme. Tresh y tú me privasteis de la oportunidad de organizaros vuestra boda al casaros una mañana sin más compañía que la de su secretario y tu doncella. Qué desperdicio. En el caso de Jack, lo haremos mucho mejor.
—¡Emma! —la reprendió el aludido con firmeza—. Déjalo ya. —Su mirada se encontró con la de su hermano, sentado al otro lado de la mesa. Tresham se limitó a enarcar las cejas, apretar los labios y a seguir comiendo de su plato.
—Querida, creo que estás avergonzando a tu hermano —dijo Heyward.
—¡Hombres! —exclamó Emma—. Siempre se avergüenzan en cuanto se mencionan el amor o el matrimonio. Toothie, ¿verdad que son unas criaturas de lo más ridículas?
—Yo no me canso de repetirlo —convino la duquesa al tiempo que miraba con sorna a Tresham, que no mordió el anzuelo—. Pero, Jack, ¿quién es la señorita Arendelle? Aster me dijo que es muy guapa.
—Esa fue, por supuesto —señaló Tresham—, la primera pregunta que me hizo nada más llegar a casa.
—¡No fue la primera, tonto! —protestó.
—Es la mujer más exasperante que he conocido en la vida —contestó Jack—. Me convenció de que hiciera una apuesta con ella. Nos jugamos Pinewood Manor. Y ella ganó. Y después se negó a aceptar la propiedad. Así que se la regalé. Ella huyó. La seguí y la intercepté antes de que llegara a Londres. Hoy le he ordenado a Selby que hiciera el cambio en la escritura de propiedad, pero cuando fui a comunicárselo a ella, resulta que había vuelto a desaparecer. Parece que realmente no la quiere.
—¡Extraordinario! —comentó Toothie.
—En ese caso, tendrás que volver mañana y decirle a Selby que deje las cosas como estaban —le aconsejó Heyward—. De todas formas, Jack, deberías habernos pedido consejo a Tresham o a mí. Adoleces de una fuerte tendencia a la impulsividad. Los Frost lo lleváis en la sangre.
—La gente es impulsiva cuando está enamorada —adujo Emma—. Jacky, debes encontrarla. Debes buscarla por todo Londres. Contrata a un investigador de Bow Street. ¡Qué romántico!
—No deseo encontrarla —replicó él.
—¿No sabes dónde puede estar? —le preguntó Toothie.
—No —respondió Jack con brusquedad—. Y no quiero saberlo. Pinewood Manor es suyo. Si no quiere la propiedad, que haga con ella lo que le apetezca. Por mí, como si se cae en pedazos.
Y entonces recordó algo. Un comentario pronunciado con la voz de Elsa.
«Seguramente estaba sirviendo café en la posada de mi tío.»
Le había preguntado qué la habría encontrado haciendo de haberla conocido hacía seis o siete años, antes de convertirse en cortesana. En aquel momento no le había dado mayor importancia a la respuesta.
—Creo que su tío regenta una posada —dijo.
Emma le preguntó con avidez qué tipo de posada era, en qué parte de Londres podría encontrarse y el nombre del tío de Elsa. Su hermana, y Toothie en menor medida, parecía empecinada en ver una relación romántica que debía tener un final feliz. Al cabo de unos minutos su paciencia llegó al límite.
—No hay motivos para buscarla —sentenció—. Le ofrecí Pinewood Manor, pero se negó a aceptarlo. Le propuse matrimonio, pero me rechazó. Le ofrecí... protección y huyó. Prefiere retomar su antigua profesión.
—¿Y cuál es? —quiso saber Emma.
Jack era consciente de la mirada hosca de su hermano.
—Era una cortesana —respondió—. Una cortesana de éxito hasta que se fue a Pinewood Manor hace dos años. Además, es hija ilegítima. De modo que ya puedes olvidarte del asunto, Emma, y dejar tus dotes de casamentera para otros. Cambiemos de tema, ¿os parece bien?
—¡Pobre mujer! —exclamó Toothie en voz baja—. Me pregunto qué la habrá obligado a volver a su antigua vida.
—Yo —contestó Jack.
—No. —Su cuñada negó con la cabeza y frunció el ceño—. No, Jack. No lo hace por ti.
—Una dama con un pasado escandaloso y un turbio secreto —comentó Emma, que se llevó las manos al pecho—. ¡Qué intriga más irresistible! Jacky, puedes estar seguro de que te quiere tanto como tú la quieres a ella. ¿Por qué si no iba a huir de ti en dos ocasiones?
¡Mujeres!, pensó Jack mientras Heyward se lanzaba a ofrecerles un monólogo largo y aburrido sobre el discurso que había pronunciado ese mismo día en la Cámara de los Lores. Cuanto mayor se hacía, menos comprendía a las mujeres, reflexionaba Jack. Emma y Toothie deberían haber sufrido sendos síncopes al enterarse de la verdad.
Su tío era posadero. Ni siquiera se atrevía a imaginar el número de posadas que había desperdigadas por todo Londres. ¿Sería su tío por parte de madre o por parte de padre? ¿Qué posibilidad tenía de que se apellidara como ella? El hombre regentaba una posada hacía seis o siete años. ¿Seguiría haciéndolo?
Elsa no quería que la encontraran. Hasta volver a reaparecer como Lilian Talbot, suponía. Y él no quería dar con ella. Lo había engañado y rechazado en demasiadas ocasiones.
¿Cuántas posadas habría?
No iba a perder el tiempo buscándola, ¿verdad?
«Me pregunto qué la habrá obligado a volver a su antigua vida.»
Las palabras de Toothie se repetían una y otra vez en su cabeza.
Si hay algún error ortográfico o en cuanto a la adaptación les agradecería me notifiquen. Buena noche.
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Amante de nadie (Adaptación Jelsa)
Storie d'amoreElsa Arendelle jamás se hubiera imaginado que se cumpliría la predicción de aquella gitana: «Cuidado con un forastero alto, guapo y de pelo claro...» Creía haber encontrado la paz en Pinewood Manor, la casa que le legó el difunto conde de Bamber, cu...