Elsa se fue directa a su habitación y tiró de la campanilla para llamar a Hannah. Se colocó junto a la ventana y clavó la mirada en la avenida por la que habían paseado hacía unos minutos.
Se sentía completamente helada.
En cuanto supo quién era lord Jack Frost, pensó que se parecía a su hermano. En una ocasión coincidió con el duque de Tresham. Los dos habían sido invitados a una cena, haría cuatro o cinco años. Ambos hermanos eran altos, delgados, de pelo oscuro y de piernas largas. Sin embargo, hasta ahí llegaba el parecido, había podido comprobar por fin al verlos juntos. Lord Jack era guapo y tenía una expresión abierta y risueña. El duque, en cambio, no. Su gesto era frío, adusto y arrogante. Con razón la gente le tenía miedo.
Jack la había abrazado allí a lo lejos, pensó con la vista clavada en la colina, la había besado y estuvo en un tris de pedirle que se casara con él. Aunque lo había interrumpido antes de que pudiera decir otra cosa que no fuera su nombre, estaba convencida de que eso era lo que había estado a punto de pasar, por presuntuosa que pareciera al creerlo. Por un instante, la tentación había sido tremenda. Había tenido que recurrir a toda su fuerza de voluntad para apartar la mano y darle la espalda.
«Puede destruirla... si usted no conquista antes su corazón.»
No había podido hacerlo.
Y allí, justo en aquel sitio, pensó bajando la mirada, había descendido la colina corriendo y riendo hasta ir a parar a sus brazos, y después lo había besado con toda la pasión que había reprimido apenas unos minutos antes. Había sido uno de esos momentos mágicos, como el momento de la apuesta durante la fiesta, el baile alrededor del palo de mayo y el beso detrás del roble. Otro minúsculo recuerdo que atesorar para consolarse en el futuro. Aunque el consuelo estaría teñido de dolor.
Habría sido muy fácil conquistar su corazón. Y mucho más fácil perder el suyo.
La puerta se abrió a su espalda.
—Hannah —dijo—, el duque de Tresham acaba de llegar de Londres.
—Sí, señorita E. —Hannah no parecía sorprendida.
—Me ha reconocido.
—¿En serio, mi niña?
Elsa inspiro hondo y muy despacio.
—Deberías empezar a hacer mi equipaje —siguió—. Sí, creo que deberías hacerlo, Hannah.
—¿Adónde iremos? —le preguntó la doncella.
Inspiró hondo de nuevo. Sin embargo, eso no evitó que le temblara la voz al contestar.
—No lo sé, Hannah. Tengo que pensar.
—Vamos a la biblioteca —dijo Jack, encabezando la marcha.
Se sentía un poco avergonzado por el hecho de que lo hubieran pillado regresando a la casa después de dar un paseo con Elsa Arendelle como si fuera lo más normal del mundo compartir casa con una dama soltera y disfrutar de una buena convivencia con ella. Le sirvió una copa a su hermano.
Tresham la aceptó y bebió un sorbo.
—Te metes en los líos más increíbles —afirmó.
Jack volvió a irritarse. Era tres años menor que su hermano y Tresham siempre había sido dictatorial, sobre todo desde que heredó el título y las responsabilidades que lo acompañaban cuando tenía diecisiete años, pero él ya no era un niño al que podían criticar y reprender, mucho menos en su propia casa.
—¿Qué se supone que debía hacer? —le preguntó—. ¿Echarla a patadas? Está convencida de que Pinewood Manor le pertenece, Tresham. Bamber... bueno, el difunto Bamber se lo prometió.
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Amante de nadie (Adaptación Jelsa)
RomanceElsa Arendelle jamás se hubiera imaginado que se cumpliría la predicción de aquella gitana: «Cuidado con un forastero alto, guapo y de pelo claro...» Creía haber encontrado la paz en Pinewood Manor, la casa que le legó el difunto conde de Bamber, cu...