Había ido a verla. Seguía tan alto, atlético y elegante como el día anterior, aunque llevaba otro traje de montar. Estaba tan guapo y sonriente como lo recordaba, ¡y era un aristócrata! Lord Jack Frost. Recordó que el brazo al que se aferraba con delicadeza la estrechó con fuerza la noche anterior. Recordó lo que sintió cuando se besaron en la boca.
¡Había ido a verla!
Era absurdo, además de poco deseable, imaginar que hubiera ido a cortejarla. Se trataba de un simple forastero de paso por el pueblo que había bailado con ella y la había besado, y que después había descubierto su identidad y le estaba haciendo una visita de cortesía. No había nada más, estaba segura. Posiblemente también sintiera, al igual que ella, el romántico hechizo del baile alrededor del palo de mayo y de lo que sucedió después, tal y como le ocurrió a ella. Había ido a verla una vez más antes de irse.
¡Había ido a verla!
Elsa condujo a lord Jack Frost hasta el salón y lo invitó a que tomara asiento en uno de los sillones emplazados junto a la chimenea de mármol. Ella se sentó en el sillón de enfrente, mirándolo con una sonrisa.
—¿Cómo ha descubierto mi identidad? —le preguntó, complacida porque se hubiera tomado la molestia de averiguarlo.
Lord Jack carraspeó como si se sintiera incómodo. ¡Qué agradable resultaba saber que podía incomodar a un aristócrata! Sus ojos lo miraron con radiante alegría.
—Le pedí al dueño de La Cabeza del Jabalí que me indicara el camino hasta Pinewood Manor —contestó él.
¡Vaya! Así que ya conocía su identidad el día anterior. Ella, en cambio, ignoraba la suya y ni siquiera se había planteado la posibilidad de averiguarla. Sin embargo, le alegraba que hubiera ido a presentarse antes de proseguir camino. Le alegraba que el encuentro del día anterior hubiera significado algo para él, como lo había significado para ella.
—La fiesta fue un éxito rotundo —comentó. Quería que lord Jack hablara de ella, que mencionara el precioso baile.
—Desde luego. —Volvió a carraspear y se ruborizó.
Antes de que pudiera seguir hablando, no obstante, se abrió la puerta del salón y apareció una criada con la bandeja del café, que colocó delante de Elsa, y después procedió a despedirse con una reverencia. Elsa sirvió dos tazas y se levantó para dejar una de ellas en la mesita situada junto a lord Jack, que la observó en silencio.
—En fin, señorita —comentó mientras ella volvía a sentarse—, ¿Bamber tampoco le ha escrito a usted?
—¿El conde de Bamber? —Lo miró, sorprendida.
—Señorita, le ruego que me disculpe —siguió él—, pero Pinewood Manor ya no es propiedad del conde. Soy el nuevo dueño. Desde hace dos semanas.
—¿Que es el nuevo dueño? —¿Qué estaba pasando?, se preguntó—. Pero, milord, eso es imposible. La propietaria de Pinewood Manor soy yo. Desde hace dos años.
Lord Jack metió la mano en uno de los bolsillos internos de su chaqueta de montar y sacó una hoja de papel doblada que le ofreció.
—Aquí está la escritura de la propiedad. Ahora figura a mi nombre. Lo siento mucho.
Elsa miró el papel sin hacer ademán de cogerlo. Solo atinó a pensar en el absurdo error que había cometido. Lord Jack no había ido a verla. Al menos no había ido a verla por lo que sucedió el día anterior. La apuesta de las margaritas, el baile alrededor del palo de mayo y el beso compartido bajo el vetusto roble no habían significado nada para él. Había ido a verla con la intención de echarla de su propia casa.
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Amante de nadie (Adaptación Jelsa)
RomanceElsa Arendelle jamás se hubiera imaginado que se cumpliría la predicción de aquella gitana: «Cuidado con un forastero alto, guapo y de pelo claro...» Creía haber encontrado la paz en Pinewood Manor, la casa que le legó el difunto conde de Bamber, cu...