Cuando por fin llegó a la casa, no estaba muy seguro de cómo actuar. ¿Le daba la escritura de propiedad sin preámbulos y le decía que Pinewood Manor era suyo lo quisiera o no? ¿O se reservaba la noticia hasta la noche? Tal vez podrían acostarse esa tarde. ¿Sería deshonroso? ¡Maldito fuera el honor! Podía convertirse en un aguafiestas espantoso y en una losa sobre la conciencia.
—Dile a la señorita Arendelle que he llegado —le ordenó a Jacobs cuando este lo dejó entrar—. ¿Dónde está?
—No se encuentra en la casa, milord —contestó el mayordomo al tiempo que se hacía cargo de su sombrero y de su bastón.
¡Maldición! No había pensado en la posibilidad de que hubiera salido. Claro que hacía una tarde maravillosa. Sin duda se le había antojado dar un paseo al aire libre.
—Esperaré —anunció—. ¿Dijo cuándo volvería?
—No, milord.
—¿La acompañaba su doncella? —Jack frunció el ceño. Estaban en Londres. No iba a permitir que saliera a la calle sin una carabina.
—Sí, milord.
Entró en la estancia donde se encontraba el piano y echó un vistazo a su alrededor. ¿Cómo era posible que no se hubiera percatado de la verdad en cuanto vio la habitación por primera vez?, se preguntó. Era de Toothie y Tresham (cuando estaba con Toothie) sin asomo de dudas. Un lugar extrañamente acogedor, aunque el bastidor, el caballete y el atril para las partituras estuvieran vacíos. Le encantaría pasar algún tiempo con Elsa en esa estancia. En ella se sentiría como su compañera además de como su amante. Hablarían, leerían y disfrutarían de la compañía. Se sentiría casi como una esposa.
Sin embargo, él no quería una esposa, se recordó... ni tampoco una amante. Quería que Elsa regresara a Pinewood Manor como propietaria. Aunque eso significara no volver a verla, solo porque era lo que ella quería.
Salió de la estancia, desorientado, y deambuló por la casa hasta subir la escalera y entrar en el dormitorio. Una vez allí, se sentó en la cama y pasó una mano por la almohada sobre la que había reposado la cabeza de Elsa la noche anterior. Ojalá... Tuvo que tragar saliva para deshacer el nudo que tenía en la garganta antes de continuar con el pensamiento: ojalá regresara a su casa.
Tal vez transcurrido un tiempo podría ir al pueblo, hospedarse en La Cabeza del Jabalí, ir a verla, cortejarla...
Entró en el vestidor adyacente. Parecía vacío. Cierto que ella solo se había llevado una bolsa de viaje de Pinewood Manor, pero debería haber un peine, un cepillo o cualquier otro objeto sobre el tocador. Solo había un pliego de papel apoyado contra el espejo. Atravesó la estancia con paso titubeante, consciente de lo que era. Su nombre estaba escrito en el exterior con la conocida y pulcra caligrafía.
Era tan parca como la anterior.
Hemos acordado que podemos terminar nuestra relación en cualquier momento. He decidido terminarla ahora. Vuelve a Pinewood Manor. Creo que allí podrás encontrar la satisfacción que llevas buscando toda tu vida de adulto. Que seas feliz.
Elsa
De modo que al final había escapado. En ese momento comprendió que esa había sido su intención desde el principio. Tras analizarlo todo, recordó que nunca había aceptado explícitamente ser su amante, solo convino en acompañarlo hasta esa casa y después consiguió su promesa de que podría irse cuando quisiera. Había desaparecido en la inmensidad de Londres. La noche anterior no había significado nada para ella. Él no significaba nada para ella. Prefería su vida de cortesana. Su elección carecía de sentido para él. Pero ¿hacía falta que lo tuviera?
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Amante de nadie (Adaptación Jelsa)
RomansaElsa Arendelle jamás se hubiera imaginado que se cumpliría la predicción de aquella gitana: «Cuidado con un forastero alto, guapo y de pelo claro...» Creía haber encontrado la paz en Pinewood Manor, la casa que le legó el difunto conde de Bamber, cu...