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//Lamento la espera. Wattpad ha estado teniendo problemas y por ello había desaparecido mi historia. Pero ya está de vuelta ^.^ y seguiré actualizando cada jueves. No olviden votar y darme su opinión conforme va avanzando la historia, eso me ayuda muchísimo. 

Dalai estiró sus abarrotadas extremidades, al tiempo que un largo bostezo escapaba de su boca. Aún, atontado por el sueño, pulsó el botón que daba vía libre al nuevo día. Pronto los rayos naturales se entrometieron en su habitación, haciendo que las escamas de su cola resplandecieran.

Tenía por costumbre quedarse viendo las paredes, el cielo, buscando quizás una pizca de entretenimiento, pero en aquella mañana actuó diferente. Sus ojos se desplazaron de inmediato al aparato que descansaba sobre la mesilla, sonsácandole al instante una sonrisa.

-Buenos días.

Como era habitual, casi a la misma hora, Baba entraba con su desayuno, el que consistía de un vaso de leche de cabra, oveja o vaca, acompañado de una tostada huntada con mantequilla o mermelada. En otras le servía un bocadillo de hiervas.

-Buenos días -Respondió él siendo preso de otro bostezo. Se pasó dos dedos por las recién emergidas lágrimas que le provocaron un ligero comezón.

-¿Cómo te sientes hoy?

Dalai hizo un breve asentimiento, al tiempo que le daba un mordisco a su tostada.  La leche siempre la dejaba para último, para beberla de un sólo trago.

-No me ocultes nunca cuando sientas dolor, eh.

Siempre tan desconfiada su querida Baba. Dalai volvió a asentir, pero esta vez sonriente. La mujer le encariñaba de sobremanera.

-Baba.

Le habló antes de que ella decidiera irse.

-¿Sí?

La mujer esperaba quizás que le hablara de algún síntoma de dolor que hubiera querido mantener en secreto, pero que al ser presionado se sintiera en la obligación de decirle, pero, le extrañó que dicha confesión causara en el rostro ajeno un suave rubor. 

-¿Crees que soy... guapo? - Comenzó a toquearse la mejilla izquierda, evidenciando nerviosismo.

La mujer se quedó viéndole con una expresión incomprensible.

-¿A qué viene esa tan repentina pregunta?

Dalai sintió una espinilla de nerviosismo que provocó en su ser un ligero estremecimiento.

-Bueno... Yo...

-Eres pura dinamita, Dalai - Soltó la anciana repentinamente, causando que éste arrugara el rostro en una mueca - En mis ochenta y no sé cuantos años que tengo, jamás he visto a nadie que se pueda equiparar a ti. Eres una de esas bellezas que nacen de mil en mil años.

El rostro del medio anfibio se cubrió de una espesa capa de rubor. Jamás esperó que Baba le halagara de dicho modo.  En su comparación Honguito se había quedado corta.

-¡Baba! - Soltó en un chillido pugnado de vergüenza.

-Fuiste tú el que me preguntó, canijo.

Tras esas palabras la mujer abandonó la habitación, dejando al muchacho sumergido en un mar de pena. Ahora se le hacía difícil tomar el celular. Si recibía más halagos sentía que le daría algo. ¿Es que no tenían respeto por su débil corazón?

Con un temblor atroz dominando sus manos, tomó el aparato, aún con media tostada por comer y la horrible leche por beber. Abrió el messenger, topándose con aquel contacto que ahora tanto le agradaba.

Prometo no existir  [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora