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—Tenías que haber visto cómo se veía de Rapunzel.

Todo se convirtió en un instante incómodo, cuando Rodrigo decidió tomar el papel de chistoso, provocando que Dalai se encogiera en su asiento, sintiendo por primera vez el sentimiento de querer desaparecer por la pena que lo enajenaba.

—Ah... Ya veo.

Melody se moría por preguntar si tendría alguna foto del tal icónico momento, pero se contuvo al ver el estado de su Océano, el que se removía sumamente incómodo por la presente situación. 

—Rodrigo, ¿podrías por favor atragantarte con una patata? —sugirió Dalai con una sonrisa torcida, apuntando a su amigo con el tenedor.

Dalai clavó el objeto filoso en su revoltijo de algas, las enredó como si fuera pasta y se lo metió en la boca.

—Ok, ya no hurgaré en tus heridas —mostró la más falsa bondadosa sonrisa que alguna vez hubiera visto.

—No te preocupes, Dalai — Inquirió Melody, acariciando suavemente la mano del joven — tú eres el chico más varonil que he conocido.

Su corazón temblaba tanto en su presencia.  Se sentía ahora tan protegido por ella. No se había reído, a lo contrario de lo que imaginó. Era un tanto extraño que no lo hiciera, teniendo en cuenta las tantas veces que se había mofado de él.

—Gracias —Murmuró, aquejado una vez más por aquella pena incordiosa.

El sonido de los cubiertos, las lejanas maquinarias y las conversaciones de las personas era todo lo que allí se podía escuchar. Aquella villa consistía de calles interiores de piedra, que los vehículos tenían prohibido pisar. Convirtiendo la villa en un oasis de paz en comparación al enorme bullicio que en las ciudades existía.

Rodrigo había extrañado aquella paz tan acogedora, y aunque le agradaban las ciudades, no se sentía tentado en regresar. Amaba su hogar, amaba la grata compañía de su mejor amigo.

—¿Dalai, estás bien?

Pronto un deje de preocupación lo invadió al toparse con el rostro pálido del muchacho, además de un temblor que consumía principalmente sus manos, dificultando que pudiera seguir con la sencilla labor de comer.

—Ah, sí... 

Su mirada iba y venía, como si temiera que un fantasma o monstruo se precipitara repentinamente frente a él con la intención de rebanarle la cabeza. 

—¿Seguro te sientes bien? —Preguntó ahora Melody, masajeando el dorso de su mano.

—Sí... Seguro...

Sus palabras no coincidían con el estado desastroso de su rostro, el que ahora estaba minado por gotas de sudor que descendían lentamente. 

Entonces, Rodrigo ojeó su alrededor, buscando una quizás razón para que él estuviera de aquel modo.

Dicha razón hizo que se perdiera en una estruendosa carcajada que provocó que se atragantara.

—¡Toma, bebe!

Melody se apresuro en darle un vaso con agua, al tiempo que le daba golpecitos en la espalda.

Fue un pequeño instante agobiante, pero que terminó enseguida.

—Estoy bien —Dijo al final, aliviado por haber escapado de una posible y tonta muerte.

—¿Qué te ocurrió tan de repente? —Interrogó ella, pasándole un pañuelo limpio por la cara.

¿La razón?

Dalai seguía pendiente de dicha razón, saturado por el miedo, horrorizado con la imagen de un pescado siendo devorado por una mujer. Dalai la había escuchado decir varias veces lo tan buena que estaba la comida, lo tan jugoso que estaba el pescado.

Prometo no existir  [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora