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Melody se removió en la cama, bajo la  claridad de la luna llena. Eran más de las cuatro de la madrugada. No podía pegar ojo. Dalai seguía sin dar señales de vida. Pese hubieran pasado todo el día buscando pistas, de un lado para otro, no habían logrado obtener más información sobre aquel misterioso vehículo y su conductor. Además, ella no podía dejar de pensar sobre los secretos que guardaba Dalai. ¿Que ante la sociedad no existía? ¿Por qué ocultarlo de la sociedad? ¿Temía Baba que hubieran aparecido sus verdaderos padres y se lo llevaran? Algo le decía que no era algo tan sencillo, sino algo mucho más profundo.

Era la segunda noche que pasaba fuera de casa, que dejaba que sus amigas se ocuparan de sus hermanos y abuela. Sabía que no podía seguir dejando dicha carga sobre sus hombros. No les correspondía. En algún determinado momento debería abandonar aquella villa y regresar a su vida, aunque Dalai no apareciera.

-No, no quiero...

Apretó la almohada entre sus brazos y pegó su rostro a ésta.  No quería aceptar una vida en la que Dalai no estuviera. No quería aceptar que la luz que él prodigara se hubiera extinguido para siempre. 

Se alzó de la cama, cansada de aquella opresión, y se dirigió a la cocina. Prendió la luz y se sirvió un vaso de agua directo del grifo. Tenía hambre, pero al mismo tiempo nauseas. Lo de ingerir alimento no le llamaba la atención.

Se apoyó contra una encimera y permaneció ausente, perdida en sus pensares, en la imagen de Dalai, en sus sonrisas, su rubor, hasta que algo captó su atención.  La pantalla del celular brillaba bajo la claridad de la luna. El móvil de Dalai.

Deslizó la mano hasta él. Al rozarlo su ser entero estremeció.  Rodrigo ya le dijera que había revisado sus mensajes y no había hallado nada extraño. Era un hecho que él apenas hablaba con ella desde que se conocieran. Incluso había eliminado todos sus antiguos contactos y bloqueado la opción de enviarle mensajes, así como pedidos de amistad. También había eliminado las fotos que no le pertenecían, dejando como foto de perfil una imagen del océano bajo el armonioso sol de la tarde.

Tomó el aparato y tras acceder al menú, libre de cualquier contraseña, entró en el messenger, hallando sus últimos mensajes que marcaban haber sido vistos. Sin embargo, no había sido él el que los viera, sino Rodrigo, así le había confesado. Él había visto sus últimos mensajes en busca de algo extraño y no había ahondado más, pues quería respestar su intimidad.

Cerró el messenger y entró al facebook, encontrándose con los memes de las páginas que seguía, melodías de violín compartidas, imágenes de felinos, paisajes hermosos, etc. En las notificaciones apenas constaban avisos de que habían subido vídeos nuevos o de vídeos en directo.

Como amigos los tenía a ella y a Rodrigo únicamente.

Cerró la aplicación y permaneció con la vista clavada en la pantalla. Ya no sabía dónde podría buscar. Dalai no tenía más aplicaciones sociales.

Abrió la galería, esperando hallarla vacía, mas se sorprendió cuando halló capturas de pantalla de sus videollamadas. Tenía más de cincuenta fotos de ella, y entre éstas habían varias borrosas.

-Dalai...

Dos lágrimas cayeron sobre la pantalla, deslizándose. Aquello no podía terminar así.  No era justo.  Él era tan buena persona. ¿Quién osaría hacerle daño?

Volvió a sorprenderse cuando se fijó en una imagen en movimiento en otro álbum.  Era un vídeo de él, de Dalai.

Rápidamente lo reprodució.

-Rodrigo, avísame cuando comiences a grabar -Dalai se hallaba atento a la pantalla de una computadora portatil que descansaba sobre su regazo. Estaba sentado en la cama.

Prometo no existir  [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora