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El océano le seguía hablando, susurrando a sus oídos, dejando tras de sí su espuma, pero Dalai no escuchaba nada, no sentía más que la calidez de la chica, el perfume de flores procedente de su cabello y el tacto reseco de éste.

-Ah, no... No lo toques -Murmuró la muchacha aún en aquella posición, buscando ciegamente la mano que tocaba su cabello -Está realmente horrible...

Dalai permaneció en silencio, masajeando la cabeza de Melody con la yema de sus dedos, proporcionándole una sensación de lo más extasiante. No recordaba que alguna persona le hubiera tocado antes de ese modo. Pureza, delicadeza, cariño, amor... Era de aquel modo que el chico la tocaba, como un niño ofreciendo su amor transparente a su madre.

-Lo siento -Le susurró al oído, sin despegar su mejilla de su cabeza, sin detener el movimiento de sus dedos -Lo siento por hacerte daño...

-Sí, me hiciste mucho daño -Habló ella todavía corrompida por las lágrimas, apretando el tejido de la prenda que a él le pertenecía -Aun cuando me regalaste aquella cajita con mensajes... Me ilusionaste cuando me hiciste saber de tu dirección y después me hiciste eso... Me dejaste tan sola, tan abandonada.

Atrapó la mano que se mantenía quieta en su regazo, aquella en donde existía algo que un día fue suyo, una sencilla goma algo degastada que ella uso miles de veces sin nunca llegar a imaginar que un día pasaría a ser un objeto tan estimable para alguien más. La apegó a su mejilla, al tiempo que cerraba los ojos.

-En verdad lo siento -Movió ligeramente los dedos, sintiendo la humedad en su mejilla -Yo... Me odio por ser tan cobarde, por haber huido de tal modo, pero sobretodo por haberte herido.

-No... -Habló en un hilo de voz, apegando sus párpados a su mano, encariñandose más y más -No quiero que te odies. Puedo imaginar cómo te sientes, pero, no, no aceptaré que te vayas.

La sensación de sus labios en su muñeca, provocó que su flujo sanguíneo se disparara. Entonces, en dos círculos color miel, consumidos por el dolor, descubrió la perfección. Ella, su Honguito, era la perfección para él.

-No, no me iré -Ninguna duda embargó su voz, aquel sentir tan verídico que latía en su interior -No volveré a hacerlo, porque no quiero hacerte daño, Melody.

Dalai descansó su frente en la suya, sintiéndola tan cerca de su corazón, tan poseedora de su alma... Allí, en aquella playa sin nombre, en aquella villa remota que quizás no existía, se originaba el comienzo de un sentir puro sin corrupción alguna.

Dos almas bailaban en comunión, se adoraban como ninguna otra. Al son del océano, sobre la espuma que se desvanecía, gravando en la arena un mensaje imborrable, que se iba a eternizar.

Melody finalmente pudo sonreír ante él, ante su amado Dalai. Entendió que aquel dolor nunca mas iba a volver a padecerlo, porque no había mayor verdad que la sinceridad de sus palabras, de aquella promesa que se había profesado sin necesidad de ser dicha en palabras.

-Dalai... Mi dulce Dalai -Volvió a acurrucar su cabeza en su regazo y se hizo con su mano, con aquella parte de él que tanto adoraba, especialmente por la protección que ésta le prodigaba con su inmensidad. Bajo ella era como si su mano desapareciera, como un escudo perfecto -Te quiero...

De nuevo. De nuevo aquellas palabras que tanto efecto causaban en él. El ser capaz de olvidar todo, incluida la verdad oculta. Sólo ella era capaz de lograr semejante proeza.

Acarició su cabeza, en silencio, observando la mitad de su rostro que no se escondía, su párpado cerrado, el peculiar desorden en su ceja, aun la visible línea de lágrimas. El querer, aquel querer tan especial, quería atesorarlo.

Prometo no existir  [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora