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Entre el gentío, Melody permanecía ausente. Perdida en un sinfín de recuerdos. En aquel rostro ruborizado que añoraba tanto. Sentía que su cuerpo flotaba lejos de aquella realidad, de aquel bullicio, a aquel día en que lo conoció.  Dalai permanecía tras su cabellera, avergonzado, tímido como él era.

Luego sus dedos se perdieron por su masa capilar, tan suave.

Se llevó dos dedos a sus ojos, limpiando las lágrimas que con facilidad surgían.

Todavía no sabía cómo, pero hoy por fin vería a Dalai. ¿Realmente iba a verlo? Todavía no podía dar crédito a la historia de un tritón. Que Dalai fuera un joven mitad pez. No era creíble.  Una parte de ella deseaba que no fuera real. No quería encontrar allí a Dalai, porque eso significaría que... Quizás no podría volver a estar a su lado. Esa idea la atormentaba.

"¿Vas a volver a besuquearte con ese monstruo?"

Se llevó los dedos a los labios al recordar las palabras de su padre. No, Dalai no era ningún monstruo. Aquellos no eran los labios de un monstruo. Él era... Más humano que cualquiera de los presentes. Tenía un corazón que sí era capaz de amar.

La gente iba avanzando conforme iba entregando los billetes a los guardias.  Se veían emocionados. Habían varios reporteros por todas partes.  Personas que no podrían asistir por no tener dinero o porque no habían logrado obtener los billetes. El lugar estaba abarrotado de personas. Incluso habían venido varias cadenas televisivas.

-¿Sus billetes? -Cuestionó el guardia. 

-No los tenemos -Dijo Melody sin tapujos -Pero conozco al que vendió al tritón a Claudia y...

-Sí, claro. Váyanse de una vez. No me hagan perder el tiempo.

Melody no se dejó amedentrar por la hostil mirada que el hombre les dirigía.  Siguió firme en su posición de entrar. No podía irse. ¡No iba a retroceder!

-Yo soy su hija. ¡Conozco al tritón! -Avanzó, decidida a entrar a la fuerza. 

-¡No puede pasar! -Gritó él, apresando a la chica.

Rodrigo también intervino. Tanto ella como él estaban decididos a usar la fuerza si fuera necesario. Aunque eran muchos los guardias que cuestionaban la calma, y no dudaron en intervenir cuando vieron que era necesario. 

-¡Oigan, lárguense! -Gritó un hombre que estaba en la fila.

Les cayó una lluvia de insultos producto de todos los que aguardaban su turno. 

Todos ellos querían ver al ser mítico que aguardaba en el interior de las instalaciones, dentro de un acuario, exhibido como un animal, un trofeo. Melody visualizó sus ojos tristes tras el cristal y entonces sintió como su alma se rompía en mil pedazos.

-¡Tengo que ver a Dalai! -Empujó con todas sus fuerzas.

No quería ceder ante nadie. No le importaba ser amenazada, golpeada, iba a entrar arrastrándose si fuera necesario. 

-¡Ah!

Entonces alguien tiró de ella y se cayó de espaldas. Eran cientos de cabezas sobre ella, cientos de personas capaces de golpearla, de matarla si así pretendían.

-Salgan. Niña, puedes pasar.

Un soldado se interpuso entre las personas y alzó a Melody por el brazo.

-¿Eh?

La chica se tambaleó sobre sus piernas, confusa por la repentina aceptación. 

-Nuestra jefa nos ha ordenado que te dejemos pasar.

Prometo no existir  [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora