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//Publicando los capítulos más seguido que nunca ^.^

-¡¿Qué estabas haciendo?!

Melody presionó el celular contra su pecho, sintiéndose de ese modo un tanto segura, quizás por la enorme conexión que sentía con Dalai.

-Estaba hablando con una amiga -Le mintió a su padre, al que no quería darle ninguna clase de explicación -Entonces mis hermanos entraron y...

-¡¿Ganas algo hablando con tu amiga?! -Le gritó el hombre, como siempre, regañándola por todo.

-No, pero...

-¡Cuida de tus hermanos! -Alzó de forma amenazante su enorme mano.

Melody alzó los brazos, protegiendo su rostro, temblando tras ellos, llorando internamente, rogando ayuda, imaginando a Dalai, la única persona que...

¿Protegerla? Entonces lo vio a él, allí, sentado en una silla, siempre vigilado por alguien. Se veía tan vulnerable... Él no podía protegerla, no podía depender de él, pero no le culpaba, jamás haría algo así, porque aún sabiendo su condición le quería, y ese sentimiento no había cambiado en lo absoluto.

Los pasos del adulto se evidenciaron, se alejaban. La había dejado en paz sin haberla dañado en aquella ocasión, por una vez en su vida se había marchado sin...

-¡Mi móvil! -Le reclamó al adulto, parándose junto al marco se su puerta. 

-¡No lo necesitas!

Lo que vio a continuación le rompió el corazón. El adulto no tuvo ningún reparo en arrojar salvajemente el aparato contra la pared, destrozándolo en ese mismo instante.

-Padre, no...

-¡Limpia la casa que está hecha una pocilga! -Le ordenó, ignorando el caótico estado de su rostro. 

La muchacha se recargó desfallecida contra el marco de la puerta, sin poder dejar de ver el valioso aparato que le conectaba con Dalai. En un eje de esperanza pensó en su vieja computadora, pero... Luego recordó que no podría realizar llamadas, y además, tenía un problema, transcurrida una media hora poco más se sobrecalentaba y apagaba. Bastante sufría para hacer sus trabajos en ocasiones... Pero no podría soportar aquella angustia a cada rato mientras charlaba con él. 

Dos, tres, cuatro días, ese era el tiempo que llevaba sin conversar con él, tiempo que había dedicado a pensar en algún método para conseguirse un nuevo trasto de aquellos. Su padre era un avaro, y no tenía más familiares, al menos no con los que tuviera alguna conexión.  Dada su edad no podía trabajar, y pedirle dinero prestado a alguien estaba fuera de cuestión. Su amiga Verónica estaba igual o peor que ella en el aspecto económico y Martha era demasiado seria en el punto de que eso de prestarse dinero dañaba la amistad, además, detestaba la tecnología, así que tampoco podría pedirle prestado el celular.

En el salón, aburrida por la clase de Tecnología, comenzó a rodar su goma de borrar, mientras veía a los chicos de otra clase jugando fútbol. 

Pensó en ver la foto de Dalai, pero cuando palpó el bolsillo delantero de sus vaqueros recordó que ya no tendría dicha oportunidad.  Lo único salvable de su celular era la tarjeta de memoria, la que por suerte conservaba la foto que tanto estimaba, pero que para su desgracia no podría ver.

Comenzó a rodar la pequeña tarjeta entre dos de sus dedos, mientras suspiraba de la angustia, pensando en sí Dalai aparecería a su encuentro... Estaba segura que si no le decía lo sucedido no iría, era lo más lógico.  Tenía que conseguirse un aparato de esos fuera como fuera.

Prometo no existir  [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora