Especial IV

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-¿Cómo podría vivir en el océano? Rodrigo, yo no puedo...

-No te preocupes por eso -colocó la mano sobre el hombro de su amigo. Existía en su mirada cierta tristeza, a la par que una extraña emoción -Creo que sé cómo podría solucionar eso.

-¿En serio? ¿En qué estás pensando? -no pudo contener sus ansías de saber. El corazón le palpitaba con fuerza. Vivir en el océano para él siempre fue un sueño imposible y no veía algún modo de concretizarlo.

-Es mejor que esperes. No quiero ilusionarte en vano.

-Puedes decírmelo, Rodrigo -insistió Dalai, agitando el hombro de su amigo. No podía con la exaltación que iba creciendo en su interior.

¿Acaso existía para él una esperanza? ¿Podría su cola agitarse como la de un pez y surcar el océano? ¿Era siquiera posible? Entonces, ¿por qué Rodrigo nunca le había hablado al respecto? ¿Baba habría pensado en ello? ¿Lo habrían hablado? Aún sabiendo que existía para él una oportunidad de existir... ¿le habían dejado encerrado en aquella habitación por tantos años?

Había una revolución en su interior. Un nudo de pensamientos lo atosigaba.

-Será un regalo de mi parte -fue lo que soltó Rodrigo, formando una pequeña sonrisa que no podía camuflar la tristeza que en él existía.

De nuevo el vehículo se puso en movimiento. Rodrigo se veía nervioso en carretera, sumamente preocupado con la idea de que un policía les interceptara y les pidiera a todos un documento de identificación. Que les pidieran que salieran del vehículo y descubrieran con ello que Dalai en realidad era...

Dalai acariciaba insaciablemente la cabeza de Melody, no logrando su objetivo de calmarse. Aquella sensación se equiparaba a los miedos que sufrió por causa de Melody. El océano significaba mucho para él, pero, al ver a Melody, dudaba. Pensar en la posibilidad de no volver a verla nunca, del tener que abandonar todo lo terrenal, le aterraba. Se veía a él solo, en medio de un océano interminable, nadando entre seres acuáticos que se alejaban de él.

-Dalai -la dulce voz de Melody le arrancó de sus atosigantes pensares, acompañada de una caricia en el dorso de su mano -¿Estás bien?

-Sí, no te preocupes...-hubo cierta perturbación en su voz -Perdona por haberte despertado.

-Me estás mintiendo -Melody se enderezó en una esquina del asiento y fijó sus orbes miel en los ojos de Dalai, apretando suavemente su mano -Por favor, no quiero que me mientas.

Dalai asintió casi al instante. Melody no merecía recebir más de sus mentiras. Ya no debía temer. Lo peor ya había pasado.

-Es que... Rodrigo dice que puede que haya un modo de que pueda vivir en el mar... -mientras lo decía miró a su amigo por el retrovisor.

-¡¿En serio?!

Melody abrió grande sus ojos, observando también a Rodrigo. Había sido una repentina emoción la que golpeó su pecho, pero pronto una tristeza la embargó y la mano anudada con la de Dalai comenzó a temblar. Sabía muy bien lo que podrían significar aquellas palabras.

-Sí, aunque todavía no estoy muy seguro de que sea posible -Rodrigo no despegaba la vista de la carretera, conduciendo con cautela -De hecho, me habría gustado que Dalai y tú os quedarías en un lugar seguro hasta que resuelva un par de cosas, pero sería peligroso. Además, no estaría nada tranquilo.

-Tienes razón -a Melody le costó asentir por la culpa que ardía en su pecho.

Su padre había hallado a Dalai por su causa. Sólo pensar lo que le hubiera ocurrido si realmente fuera humano le horrorizaba. ¡Había ido con la intención de matarle!

Prometo no existir  [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora