20 | Soy una asesina

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Capítulo 20: Soy una asesina

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G

race Morgan


—¿Por qué cambiaste de lugar? —fue lo primero que le pregunté cuando logramos calmarnos.

—Porque los escuché decir lo que te harían y no quería que te pasara nada malo —explicó —y no me arrepiento de haberlo hecho, porque sé que no sufriste tanto como yo.

—¿Sabes por todo lo que he pasó, Grecia? —solté su mano algo enojada —me violaron —admití por primera vez en voz alta —fui humillada de formas que no tienes idea.

—¿A los cuanto? —fruncí el ceño ante su pregunta.

—¿A los cuanto que?

—¿A los cuanto te violaron? —me puse recta en la silla.

—A los 18 —ella sonrió triste.

—A mi a los 14, Grace —mis manos se volvieron puños —pero antes de eso jugaban conmigo como si fuese leña —ella se removió —las personas que me adoptaron eran pirómanos.

Y en definitiva conocía el término.

—Me han dejado en el hospital varias veces pero esta, mierda, esta ha sido una de las peores — admitió —casi muero.

—¿Dónde vivías? —ella tomó el papel que estaba a su lado y abrió la cajonera para sacar un lápiz y anotar la dirección.

La tomé deprisa y comencé a caminar hasta la puerta, pero su voz me detuvo.

—¿Qué harás? —preguntó en un hilo de voz.

—Matarlos —respondí segura.

—No, no lo hagas, te puede pasar algo, además, no quiero que lleves eso en tu consciencia —sus lágrimas comenzaron a rodar por sus bonitos ojos.

—No serán los primeros que asesine, Grecia —su boca se abrió con sorpresa.

—Eres... —no la dejé terminar.

—Soy una asesina —admití y antes de que pudiera decir algo más salí completamente de la habitación.

—Llévame hasta ahí —le tendí el papel a Kendal que había permanecido afuera todo el tiempo.

—Esta bien.

Volvimos hasta el auto mientras yo solo imaginaba en mi mente lo que les haría en cuanto los viera.

Media hora después el auto se detuvo frente a una casa de color azul oscuro, de dos niveles y con ventanas pequeñas.

Abrí la puerta del auto, pero antes de bajar le tendí mi mano a Kendal y este sin dudarlo me pasó el arma que tenía.
Salí del auto y la adentre en el bolsillo de la gabardina que permanecía abierta.

Subí los pequeños escalones de la casa que se encontraban mojados por culpa de la nieve que se derretía poco a poco. Al estar frente a la puerta toqué el timbre y un par de minutos después esta se abrió dejándome ver a un hombre de cabello canoso, un par de arrugas y mirada oscura. Su sonrisa se ensanchó al verme de pie frente a la puerta.

Iba a preguntar si era la casa de los Volkov, pero un golpe en mi rostro me confirmo que si era el lugar.

Casi caía de culo al suelo por culpa de la fuerza con la que me golpeó, pero sembré mis pies al suelo evitando trastabillar.

GraceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora