40 | Lia Clerc

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Capítulo 40: Lia Clerc.

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Grace Morgan

Lia Clerc se encontraba en la entrada de la sala con su rostro rojo de la furia. Sonreí ante aquello porque de una u otra forma esta era la venganza por aquella vez en la que ella me restregó su lugar en la vida de Alexander después de yo haberle salvado lo vida en medio de aquella carretera.

—Buenas tardes  —dije suavemente mientras empujaba a Alexander para sentarme en el sofá.

Mientras Alexander peinaba su cabello yo bajaba mi vestido y arreglaba mi coleta.

—Lamento esta escena, no pensábamos que vendrías  —Alexander rio suavemente y las ganas de cortarle la lengua fluyeron a través de todo mi ser.

—Pensé que ya estarías muerta —mi sonrisa se hizo más grande.

—Y yo pensé que ya estarías desechada —me encogí de hombros —no siempre obtenemos lo que queremos —me levanté de mi lugar y le di un beso profundo a Alexander intentando que no se notara el asco que me daba —hasta luego, lamento que nos hayan interrumpido.

—Cuídate, Grace —asentí suavemente y crucé junto a Lia chocando mi hombro con el suyo logrando que se tambaleara.

Cuando estuve en el living de la casa abrí la puerta y la cerré de golpe fingiendo haber salido de la casa.

—¿Cómo me haces eso, Alexander? Se supone que nos vamos a casa y tú te revuelcas con esa perra en el mismo instante en el que aparece —sus tacones chocando con la cerámica resonaron por todo el lugar.

—¿A qué viniste? —se escuchó un suspiro de su parte.

—Voy a South Park a cenar con unas amigas y necesito dinero —sonreí al escuchar eso.

—Ahí tienes mi tarjeta de crédito, gasta lo que quieras.

Suavemente abrí la puerta dejándola entrecerrada y caminé el auto con pasos rápidos.

—Señorita Grace —detuve mis pasos bruscamente y me di la vuelta para encontrarme con Will que venía de uno de los laterales de la casa.

—Will —dice simplemente.

—¿Lo mató? —negué suavemente.

—Se encuentra encerrado en Italia —mentí.

—¿Enserio? —asentí suavemente.

—Sabe que yo nunca miento —pero eso al igual que todo lo que salía de mi boca era una gran mentira.

—Lo enviaste a mi para que lo perdonara, pero no lo hice, lo he torturado desde entonces, pero espero que saberlo vivo te consuele un poco —dicho esto me di la vuelta y seguí mi camino hasta el auto.

Al subir al auto lo puse en marcha de inmediato y aceleré directo a la salida, en cuanto salí de la residencia de Alexander conduje de forma veloz directo al barco. Intentaba que las lágrimas no salieran, pero a mitad de camino estas comenzaron a salir de mis ojos cual cascada, los sollozos invadieron el silencio del auto y en ese momento sentí que me ahogaba.

Cuando estacioné el auto en el estacionamiento del muelle bajé sin zapatos y tan solo con mi móvil entre mis manos. Mordí mi labio inferior para controlarme, pero no podía, podía sentir sus manos sobre mi cuerpo y las de todos los otros que lo hicieron sin permiso. Un sollozo fuerte salió de entre mis labios al sentir como mi piel me picaba, mi mano libre fue hasta mi cuello donde comencé a arañar queriendo arrancarme cada trozo de piel que hubiesen tocado.

GraceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora