37 | Esta mojada

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Capítulo 37: Esta mojada 

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Grace Morgan

Me había ido una semana después del beso con Edén, le había asegurado a Christofer que a su lado no estaba segura, que las personas a las que llamaba socios solo querían mi descenso y que no se los iba a permitir, le aseguré que en estados unidos podría estar más a salvo y que como no le había pedido nada a cambio por destruir a Alexander y hacer crecer su imperio, le pedí un par de millones de dólares, aunque no fue fácil que aceptara mi salida de Italia.

Había tomado todas las cosas de Edén y las había arrojado a una maleta al igual que las mías, había tomado todas mis posesiones importantes y había soltado un suspiro de preocupación por lo que estaba llevando a cabo.

Cuando pensé que saldría por la puerta solamente con Edén su voz me detuvo confirmando lo que ya sabía. Lavrenty vendría conmigo. Había aceptado después de haber fingido enojo. Recuerdo que luego de eso todo pasó demasiado rápido.

Me había subido a un auto en donde yacían mis maletas y este había avanzado hacia el hangar en donde se encontraba el avión de Christofer. Me había subido al mismo una vez llegué y había abrochado el cinturón para luego tomar una pastilla y dormir durante todo el viaje a Estadios Unidos para ignorar el vértigo en mi estomago al despegar.

Recuerdo haber despertado y salido del avión una vez aterrizó. Recuerdo haber tomado el auto que nos esperaba en el aeropuerto y conducir hasta un parque en donde había abandonado el costoso auto. Recuerdo haber caminado hacia el otro lado del parque de la concurrida ciudad. También recordaba la cálida sensación de abrazar a mi hermana después de mucho tiempo y haberme subido a la Range Rover que había comprado con el dinero que le había enviado.

Recordaba perfectamente como ella conducía hasta el muelle para poder llegar a lo que sería nuestro yate.

Recordaba perfectamente haberle explicado a Edén que podríamos escapar más rápido por mar que por tierra si nos viéramos en la necesidad.

Recordaba todo lo demás perfectamente; la forma en la que Lavrenty me miraba, recuerdo haber desempacado, cenado y arreglado ciertos términos con los empleados del barco.

Pero lo que definitivamente no recordaba era como había llegado a esta situación: ambas manos esposadas al agujero del portavaso del escritorio de la oficina con mi pecho sobre la madera oscura y mi trasero hacia la puerta a merced de Lavrenty.

Recordaba haber venido aquí antes de dormir para organizar en papel todo lo que haría mañana, recuerdo haberle pedido que se fuera porque no confiaba en mí misma estando a solas con él, sin embargo, no recordaba como pudo haberme esposado al escritorio y me había acomodado de una forma en la que estuviera a su total disposición.

—Lavrenty, te ordeno que me sueltes —exigí ya presa del pánico, pero lo único que sentí fue su mano en mi espalda baja acariciando levemente.

—¿Sabes? Te observé durante toda la semana —admitió —reconocí tu entrenamiento que parece ser mejor que el de un militar —mi cuerpo se tensó ante sus palabras —reconocí que todo eso que eres no es gracias a Alexander, hay algo más, pero lejos de importarme todo eso, lo que más llamó mi atención fue la forma en la que reaccionabas cuando estabas cerca de mí.

Su mano subió mi blusa azul oscuro lentamente hasta tener la parte baja de mi espalda descubierta, luego volvió a acariciarme y esta vez todo mi cuerpo se erizó.

—Sé que te hago sentir cosas que nunca sentiste, pero también sé que nunca lo vas a admitir y que nunca me vas a dar la oportunidad de mostrarte cosas que nunca has sentido —negué una y otra vez.

GraceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora