26 | Me alegra haberte conocido

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Capítulo 26: Me alegra haberte conocido

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Grace Morgan

—¿Qué problema tienes con Alexander? —pregunté mientras caminábamos entre los tulipanes.

—Solo es cuestión de supervivencia, sino lo mato yo primero me va a matar él a mi —su rostro se volvió serio y supe que había algo más detrás.

—¿Cómo sabes eso? —él sonrió triste.

—Su abuelo mató al mío cuando mi padre tenía siete años y su padre mató al mío cuando yo tenía doce, aún no tengo hijos, pero conociendo la poca paciencia de Alexander, puede de que ya esté proyectando mi muerte, no me quiero arriesgar.

— ¿Te consideras una mala persona? —dije mientras tomaba su mano cuidadosamente.

—Bueno, dentro del mundo en el que estoy; no me considero una mala persona. Nunca he matado a alguien inocente, de hecho, todas a las que he matado me querían matar primero, sin mencionar que no elegí esto, nunca pude zafarme de mi destino por más que quise. Pero lo acepté cuando me di cuenta de que, si no era yo, sería alguien más, tal vez peor que yo, así que lo afronte y aquí estoy.

—Lo entiendo —susurré.

Cuando llegamos a una pequeña colina sin tulipanes subimos a ella para poder sentarnos y observar el campo desde arriba.

—¿Cómo piensas matarlo? —pregunté sin preámbulos.

—En una reunión que pretendo organizar —asentí levemente.

—Muy buena táctica, pero yo tengo una idea mejor —él se giró para observarme mientras me despegaba de él.

—¿Esa sería?

—Arruinarlo y cuando este en lo más bajo matarlo.

—Difícil —sus ojos se clavaron en los míos, pero en ningún momento dudaron —pero sé que puedes lograrlo —sonrió —te sigo.

Y esas dos palabras bastaron para recuperar la fe que tenía en el plan.

 ─── ───

—Necesito ver lo que tiene en su computadora —le dije a Kendal.

—Si no tengo acceso a su base de datos, está muy difícil hermana —admitió mientras se llevaba una uva a la boca.

—Tengo la forma de que puedas acceder a ella —el bajó sus piernas de la mesa de la cocina y me miró con atención.

—Pues andando  —ambos nos levantamos de la mesa y nos dirigimos hasta su habitación donde tenía su computadora.

Él se sentó en su cama mientras tecleaba el objeto, luego se levantó y buscó en su mesita de noche un teléfono móvil.

—No puede ser rastreado, intenta que perdure la llamada —asentí levemente.

—Él tiene su teléfono y su computador sincronizados, si logras entrar en el teléfono puedes pasar directamente a su computador —le expliqué mientras observaba el móvil detenidamente con un extraño dispositivo en la parte de arriba.

—La cuestión es su contraseña —yo suspiré profundamente.

—Sé cuál es —admití.

—¿Estas segura de esto? —me voltee lentamente hacia la puerta al escuchar la voz de Christofer.

GraceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora