38 | Trabajo sucio

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Capítulo 38: Trabajo sucio.

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Grace Morgan

Toda mi vida había mentido, no solo a los que me rodeaban, sino también a mi misma. Nadie sabía a ciencia cierta quien era realmente, solo ellos dos, aquellos con los que había compartido habitación durante ocho años, los mismo que me acababan de enviar un mensaje avisando de su llegada a mi barco.

Era relativamente temprano tomando en cuenta que había salido huyendo para evitar ver el rostro de Lavrenty, aún podía sentir sus labios sobre los míos más sensibles.

Evitaba recordar esas cosas y enfocarme en la inminente avalancha que se abalanzaría sobre mí. Solo Edén sabía de donde venía, pero no sabía todo lo que yo había hecho para llegar hasta donde estaba.

Un suspiro escapó de mis labios cuando detuve el auto frente a la estación de policía. Intentaba Enfocarme en lo que realmente importaba y no en que todos mis secretos serían revelados, había logrado mentir olímpicamente, pero Tay no se callaba nada y menos Kris. Definitivamente estaba nerviosa por esa situación, pero era eso o vivir insegura por haber contratado a alguien en quien no confiaba.

Con un suspiro de agotamiento mental bajé del auto. La vestimenta era muy elegante, pues mi propósito de este día era regodearme en el poderío del que carecía; zapatos de tacón negros y un vestido blanco entallado a mi figura con mangas hasta los hombros. Un bolso negro hacía la combinación con los zapatos y las líneas en la parte superior del vestido. Mi cabello iba recogido en una coleta y mis ojos maquillados intentando profundizar mi mirada estaban cubiertos por unos lentes negros.

Con pasos seguros y toda la prepotencia que podía desprender me acerqué hasta la entrada de las enormes instalaciones. Sabía a la perfección donde estaba cada cosa y quien era cada uno, todo después de una rigurosa investigación de inteligencia que había hecho yo misma, hasta los planos los tenía en mi poder.

En cuanto entré unas cuantas miradas se posaron en mi figura, pero no me detuve, sabía a donde iba y no me detendría hasta llegar.

—¿Me puede decir en que la puedo ayudar? —ignorando al oficial levanté mis lentes de sol para darle una mirada de soslayo al pasar junto a él.

Lo sentía seguirme, como suponiendo que no conocía el lugar y me perdería en cualquier momento.

Cuando finalicé el primer pasillo doblé hacia la derecha para encontrarme con una sola puerta al final.

—Lo siento, pero no puede entrar ahí —intentó tomar mi brazo, pero conocía sus intenciones, por lo que le lancé un manotazo con el dorsal de mi mano justo en las articulaciones de sus muñecas.

Un gemido de dolor escapó de sus labios y antes de que pudiese alertar a sus demás compañeros tomé el pomo de la puerta y lo giré para ingresar en el despacho de aspecto antiguo.

—Buenos días, señor Clark —el hombre levantó la vista de unos documentos que se encontraba leyendo y prestó su atención en mí.

—Señor, lo siento, no pude detenerla —el oficial volvió detrás de mi y le di una mirada severa cuando intentó sostener mi brazo.

—Ponme un solo dedo encima y romperé tu brazo —el director se puso de pie mientras yo guardaba los lentes de sol en mi bolso —bien, en cuanto este lacayo salga le propondré algo a lo que no se podrá negar —el hombre enarcó una ceja aun sin decir una sola palabra.

Le hizo un ademan al oficial y este salió de la habitación sin replicar dejando la puerta cerrada detrás de él.

Sin que me lo ofrecieran me acerqué hasta la silla frente al escritorio y me senté cruzando mis piernas.

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