8. Verdadera forma

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Francesca

¿Cómo le preguntas a alguien sobre su vida sin ser tan directo? A pesar de que me preparé para un interrogatorio difícil, es un enredo saber por dónde empezar.

Me dejo doblegar por la mirada que me dedica, penetrante, calculadora. Para pensar con normalidad, agacho la cabeza, sin embargo me siento peor por esa sensación de un par de ojos mieles que es obvio no se me desprenden.

Echando un vistazo a mi costado, pliego los labios reteniendo tantas preguntas que se me quedan en la punta de la lengua porque no me atrevo a formularlas. ¡Dios! Qué tonta he de parecer al solicitar esta cena para salir con nada.

—Comience desde el principio, como haría si me estuviera conociéndome por primera vez —comunica. Rápido lo miro; ha suavizado su rostro, ya no parece presionado, más bien relajado, actitud que me ayuda un poco a calmarme.

—De acuerdo —expreso, elevando una comisura de mi boca. Empezar con lo básico, nada complicado. —¿Cómo te llamas?

Ríe entre dientes, algo que igual me arrebata una risa. No hay sarcasmo de su parte, es un gesto sincero, de los pocos que me muestra.

—Me llamo Víctor Bathory, aunque mi verdadero apellido debería ser otro —explica, cuestión que sin remediarlo me hace fruncir el ceño. Comprendiendo mi confusión, prosigue—. No soy hijo legítimo de Douglas Bathory.

Elevo mis cejas debido al asombro, cambiado pronto a la seriedad para tomar el asunto como se debe, cosa que a él le causa gracia.

—No se sorprenda; si hace las preguntas correctas sabrá muchas cosas complejas que no reveló a menudo —declara. Toma la carta, checando el menú, un modo de eludirme o para disipar la incomodidad por contarme algo tan privado.

Bueno, ya estoy metida en esto así que más avergonzada no puedo estar.

—Mmm, pues... —Empezar con lo básico, ahora creo que es igual de complicado que si hubiera lanzado una pregunta directa—. ¿Tuviste planes de casarte alguna vez, si es que llegase la mujer indicada? —"¡Cielos! Creo que no debí preguntar eso".

—Siempre los tuve —contesta sin dejar de ver la carta, notando algo de irritación en su expresión—. Estuve en dos oportunidades de hacerlo, pero nunca se dio —explica, relajando su postura aunque no es un gran cambio.

—Una de ellas fue Nadia, supongo —señalo. Víctor enseguida niega con la cabeza y me mira por encima del menú.

—Nunca tuve intensiones con ella de casarme, lo de pedir su mano fue para mantenerla más tiempo a mi lado —explica, retomando la lectura.

Es aquí cuando una alerta se dispara en mi cabeza; ¿hubiese hecho lo mismo conmigo? No creo, después de que se alejara como lo hizo. Por otro lado, es entrometido de mi parte pero, me pica la curiosidad de saber a quiénes quería llevar al altar, solo que ya sería muy osado.

—Una fue quien me dio a mi primer hijo —explica como si me hubiera leído pensamiento, captando mi atención y sacándome el asombro—, la otra fue quien me dio mi tercer hijo.

En definitiva eso no me lo esperaba. Quedo con la mandíbula desencajada y los ojos bien abiertos. Esta vez percibo más que presión por dar esa respuesta. Hay incomodidad, hastío, pero lo que resalta más es la derrota, esa sensación que queda después de darlo todo y no conseguir nada.

—Tienes tres hijos —murmuro sin ser consciente, aunque es más una pregunta que una afirmación.

—Sí, dos de ellos los conoces —repone. Sin evitarlo mando la cabeza un poco hacia atrás por reacción, juntando las cejas.

Cuestión de amor © [Cuestiones III]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora