21. Dejar de huir

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Torrance

A mi madre la consideré mi héroe, quería ser igual que ella, guerrera, luchadora y defensora de lo que es correcto. Me dolía que recibiera tanto desprecio de Víctor y de algunos empleados en la constructora, porque no era sorda a las habladurías que daban en las fiestas de navidad a las que asistían solo para aparentar. Pensé que criticaban por su dinero, por envidia o porque era muy bella ya que podía tener a cualquier hombre a su alcance. Pero ahora, luego de tantas verdades, hallo sentido de todo ese resentimiento que le guardaban.

Esa nube mágica en la que la imaginaba se esfumó, ya no quería ser como ella, ni aspirar siquiera a ocupar su cargo, ni tomar lo que sé no me pertenece. Ahora solo quiero solucionar esto que ocasionó, ya no saber más de este asunto y olvidarme por completo de su turbio pasado, quedarme con lo bueno, aunque la verdad quisiera fingir que nunca tuve madre pues lo que hizo me cuesta perdonarlo. ¿Cuántas personas perjudicó con sus mentiras, con su ambición? Mi padre, una mujer inocente, mis tíos de los que no tengo idea quiénes son, quién sabe quién más se vio afectado.

Por eso quise ir a la constructora, para hablar con Tadeus, el abogado de mi madre, averiguar qué sabe de ella, algún secreto que le guarde, o que me diga el paradero de Víctor. Acordé con Ethan el que nos encontraríamos en su apartamento cuando termináramos de difundir lo descubierto con Karma Douston.

Pocas veces he venido a la constructora, y de esas pocas era para visitar de sorpresa a mi madre, encontrándome con las caras despectivas de algunos que pareciera buscaran en mí desquitar de algún modo el recelo que le tenían a ella. En esta ocasión, aunque no paso desapercibida, no hay austeridad por parte de los empleados. Me analizan, hasta cuchichean entre ellos, pero nada que me crea inapropiado.

Para no dar vueltas, con solo decir quién soy y a quién necesito, me dan acceso completo a las instalaciones. Voy al último piso donde está la oficina de la mujer que le dejaron el cargo de mi madre, donde me aseguraron estaba Tadeus Smith, mi ahora tutor legal, que con anterioridad llamé para que me atendiera.

Una secretaria un poco más baja que yo, cuyo cabello rubio tiene recogido en una apretada coleta, amable me anuncia con su jefa, diciéndome luego que puedo seguir. No sé por qué los nervios me invaden, creo que es por lo descubierto, el cómo actuará el abogado que en todos estos años trabajó para mi madre, creyéndola intachable, defendiéndola de las malas lenguas que tenían razón de ser por las injusticias que cometió. Me pregunto ¿cuántas veces se valió de su poder para amedrentar a las personas bajo su cargo?, aunque la verdad no quiero saberlo.

Al cruzar la puerta de la oficina, me recibe el esplendor de la tarde de Trenton que traspasa la ventana, ingresando con furor la luz del sol. Sentados uno al lado del otro, dándole la espalda a la puerta, está un hombre de avanzada edad que sostiene varios papeles en sus manos y sobre su regazo. A su lado hay una mujer más joven, bonita, de cabello sedoso que pareciera de revista. Luce un vestido recatado de color rojo, ceñido a su figura.

Voy con cautela hacia ellos, queriendo no interrumpirlos pues están muy concentrados en lo que hacen, no obstante, aquella mujer se percata de mi presencia. Cuando me ve eleva sus cejas por el asombro para luego sonreír. Tadeus no demora en darse cuenta, así que, después de ordenar unos papeles, me advierte con gesto afable.

—Descuiden, no se levanten —les digo cuando noto su intención de ponerse de pie.

Los saludo con un apretón de manos, al corresponderle a aquella mujer me resulta familiar, hasta entorno la mirada tratando de recordar de dónde la he visto.

—¿Nos conocemos? —le pregunto con amabilidad, mientras ubico un asiento libre para sentarme. El puesto lo coloco frente a ellos, como si formáramos un círculo. Ella asiente una vez con la cabeza, manteniendo ese gesto cálido que brinda confianza.

Cuestión de amor © [Cuestiones III]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora