19. Ya es tiempo

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Víctor

Los recuerdos de la urbe son más lejanos a medida que en las mañanas despierto con el canto del gallo y el día a día me la paso entre cultivos y caballerizas. En la hacienda no hay días de descanso, no hay nadie que no esté ocupado en una labor, por muy pequeña que sea. Los escasos niños aunque no trabajan, corretean por los cultivos mientras sus madres los reprenden, evocándome memorias de mi infancia más remota cuando Agnes me perseguía por toda la casa para meterme a bañar.

Aquello me devuelve a lo que antes era, alguien sin complicaciones que disfrutaba con las cosas más sencillas. Cuando estudié leyes en la universidad de Trenton, me agradó la sencillez, no había que aparentar tener autos de lujo como solía pasar en la preparatoria. Tampoco tu apellido importaba, solo tú y tu intelecto. Me hice de amigos, entre ellos Néstor quien en ese entonces no sabía ni qué quería hacer de su vida, estudiando una carrera que no le agradaba. Hallé también la mujer que me alejó de mi mundo de apariencias donde no tuve un padre. Fue un escape abrirme con ella, decirle lo que me aquejaba, así como me confesaba las muchas dificultades que afrontó a lo largo de su vida. Nos complementamos y de ello vino el fruto de nuestro amor, mi primer hijo que aunque no estaba preparado, lo acepté sin condición alguna porque no quería que pasara lo mismo que Delaila y yo, viviendo sin el apoyo de nuestros padres. Sin embargo la vida no es justa.

Ella se fue dejándome solo con esa responsabilidad, teniendo que pausar mis estudios para cuidar a Dominic en sus primeros meses de vida. Johanna en mi ayuda, contrató la mujer que hasta entonces crio a mis hijos; Hope, para poder cumplir mis metas de darle con más motivos un futuro a mi hijo.

Bruce fue como ese tío bonachón que siempre quiso un hijo, ya que no tuvo la oportunidad de engendrar uno, y no es que no quisiera a sus hijas, sino que siempre tuvo ese anhelo, como Douglas, de perpetuar su apellido. Así que no dudó en apoyarme cuando me preguntó sobre mis ambiciones recién me gradué de la universidad. En un principio, como Dominic tenía un año de vida, mi respuesta fue "ser padre a tiempo completo", sin embargo me abrió los ojos, diciéndome que ese oficio no me daría lo que mi hijo necesitaba. Insistió en que le diera mis verdaderas aspiraciones, por lo que entre dudas, comenté que quería dirigir mi propia firma de abogados. Así fue que, como un prestamista, aunque más bien diría que como un apoyo incondicional, me dio el dinero y las bases para lograr esa meta. Conocí a un amigo suyo, Henry Butch, luego a Tadeus Smith, y con el tiempo sumé a la alianza a Néstor, quien me brindó el espacio para realizar los cimientos de lo que hoy, luego de diez años, se fue deteriorando cuando antes prometía perdurar.

Ahora todo aquello quedó en un pasado que quiero olvidar, o por lo menos, no volver a tocar en lo que me quede de vida.

Pero, ¿cómo es que llegué a este punto donde de nuevo me pongo a filosofar sobre mi vida? Tal vez porque ya ha pasado más de tres semanas luego de que me fui de Trenton, regresando a donde creo, pertenezco.

En el pueblo de Winston se celebra una festividad en la que se conmemora esta época del año donde la tierra es muy prospera, brindando cultivos en abundancia, dando buenas ganancias a los agricultores. Tuve que ayudar a cargar la cosecha del día, y aunque me negara a festejar, me vi arrastrado por mi madre a estar en primera fila para presenciar en medio de la plaza principal del pueblo, la fiesta que se lleva a cabo. Una banda en tarima, parejas bailando alrededor, un escenario que me distrajo más cuando una mujer se me sentó al lado para dialogar. Donde después vino un par y otras más, para preguntarme un poco de cosas que no supe cómo responder o que siendo cortes evitaba contestar. Dejándome luego sin saber cómo, con un bebé en brazos que me recordó a mis veinte años cuando tuve a Dominic, y a mis veintisiete, cuando ayudé a Johanna a cuidar a Torrance.

El pequeño tiene escasos meses de nacido, la música parece no le importase, duerme profundo entre mis brazos. En este punto las memorias azotan donde hay un Víctor más joven que temía dejar caer a Dominic, que se estresaba por no saber por qué lloraba tanto o que se desvelaba cuando lo despertaba más de tres veces en una noche.

Cuestión de amor © [Cuestiones III]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora