Francesca
Entre besos delicados que se intensificaban ante cualquier arrebato, llegamos a su apartamento donde nos costó recomponernos para salir del coche.
En el ascensor no me tomó como en otras ocasiones dónde se paraba atrás mío, besando mi cuello para provocarme, solo despejó mi cuello de cabello, sintiendo solo las yemas de sus dedos deslizarse a lo largo de éste, desde mi nuca hasta mi espalda. A veces sentía su cálido aliento golpear mi oído pero solo se quedaba en eso, un vaho que tenía la intensión de desvanecer mi voluntad.
Cuando llegamos al piso designado, me ofrece su mano cual caballero y me guía hasta que entramos a su apartamento. Estando en la privacidad de ese espacio, me alza en brazos como en otras ocasiones, hasta depositarme en el suelo de su habitación, a un lado de la cama. Se aleja, buscando algo en los cajones de un mueble que queda en una esquina, hasta que al fin vuelve con una corbata en la mano, se acerca siendo escasos centímetros los que nos separan, eleva la corbata a la altura de mi rostro para proceder a taparme los ojos.
—¿Por qué haces eso? —comento, abrumada. Termina de atarla atrás de mí cabeza, no logro ver nada.
Siento como su mano acuna mi mejilla, acaricia con su pulgar mi para relajarme, tal vez. Después percibo la calidez de su aliento en mi oído izquierdo.
—Déjate llevar —murmura, siendo abrupto el que se aparte.
Expectante por lo que pueda pasar, aguardo muy quieta en mi lugar. Oigo cómo se mueve en el espacio. Hago el intento de ver pero es imposible debido a que estamos a oscuras, cosa que no dura mucho ya que escucho como corre las cortinas, dejado ingresar una tenue luz, aunque igual, no consigo ver más que de la tela oscura de la corbata.
De repente oigo sus pasos alejarse, asentándose el silencio, ¿a dónde habrá ido?
Luego de lo que me parecieron minutos regresa, solo que esta vez no oigo el choque de sus zapatos contra el suelo de cerámica, sino sus pies desnudos, a su vez que escucho el tintineo de un vaso cuando contiene cubos de hielo. Deja lo que carga en una superficie cercana. Otra vez mi cuerpo se pone alerta al tenerlo cerca, sé que está justo al frente por su respiración, que aunque no es sonora se alcanza a percibir por sobre el silencio que embarga la habitación.
De repente sus manos frías se posicionan sobre mis hombros, provocándome un respingo, ascendiendo meticulosas por mi cuello hasta la parte trasera de mi nuca para colar sus dedos entre las hebras de mi cabello, mando una corriente que viaja por toda mi espina dorsal, encogiendo mi estómago. Vuelve a bajar, sumergiéndose a través de mi vestido, despejando mis hombros hasta que lo siento cerca, paralizándome cuando da la primera probada en mi cuello. Su boca está muy fría, apenas saborea mi piel, una escalofrió se dispara desde ese punto hacia mi espalda, petrificando cada célula. Por reacción encojo el hombro de ese lado, pero Víctor con cuidado me sostiene de la mandíbula y sigue probando, succión tras succión hasta que del frío salta al calor. Cada recorrido de su lengua, de su boca o de sus labios se siente más exquisito que el anterior, dejándome tan sumida que, cuando termina de tocarme, quedo pasmada por varios segundos.
Oigo que se camina alrededor, pero esta vez lento, hasta que lo siento atrás de mí. Despeja mi cabello, recogiéndolo hasta empuñarlo en su mano como una alta coleta. Sus dedos trémulos se aventuran por mi cuello para correr de mi vestido el cual baja con cuidado.
De vuelta mi sistema se altera al saber que estaré expuesta ante él; lento se encarga de quitarme la prenda, deslizándola por mis hombros hasta que cae a mis pies donde no demora en guiarme qué pie alzar para quitarla del suelo. Sin embargo ahí se queda; desata las correas de mis tacones, despojándome de ellos.
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Cuestión de amor © [Cuestiones III]
RomanceCONTENIDO +18 | 3er libro de la trilogía "Cuestiones" Cuando el orgullo es tal que ciega cualquier acción, el tiempo es poco para revertir cualquier decisión. Pero cuando hay amor, se es capaz de cambiar y entrar en razón. Secretos, confesiones, tra...