1. A veces el dinero no compra la felicidad

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Francesca

En ocasiones crees que con tener poder de tus acciones, de que si trabajas conforme a lo que piensas, te dará estabilidad, estarás en paz. Solo que hay momentos donde no estás conforme, no quieres seguir con la rutina, quieres experimentar, explorar cosas nuevas para saber qué se siente eso a lo que llaman duda, miedo, adrenalina, en pocas palabras sentir lo que es la vida.

Desde que tuve a Spencer creí que con él tendría suficiente para completar mi felicidad, que no necesitaría de un hombre para llenar los espacios vacíos que dejaron mis padres cuando murieron o que dejó mi supuesto prometido que al enterarse de mi embarazo me dejó sola. Como siempre erré, me equivoqué, y no fue una sino varias veces en las que intenté buscar ese amor, ese caballero en armadura de plata, montando un corcel blanco, prometiéndome una vida de cuento de hadas, y lo único que conseguí de todos ellos es que me vieran como una más en su lista, como alguien de la cual sacar provecho.

Después de mi última decepción me convencí que lo mejor era desistir de tantos esfuerzos por no quedarme sola, porque a quién engaño, estoy a mis casi treinta y cinco años, sobreviviendo en un ambiente donde solo importa el trabajo, el dinero, que dirijas a los demás de la mejor manera, que no te comprometas, que no te ilusiones más con palabras bonitas que solo se quedan en eso, adulaciones para sacar provecho de ti.

Así que quise convencerme ciegamente de ello, de que ya era tiempo de vivir sin mezclar sentimentalismos, sin pensar en enamorarme cuál princesa de cuento, solo gozar de eso por lo que me privé tanto tiempo, y lo disfruté con una persona que desde que se atravesó en mi camino no de la mejor manera, ha reavivado facetas que fui dejando con el pasar de los años, o que nunca había experimentado.

Pasión, lujuria, sentirme querida, deseada, libre y a la vez sometida, tantas emociones mezcladas que cuando se presentaban me entregaba sin medida a ellas, sin diferenciar una de la otra, sin considerar lo que ocasionaban en mi interior, cambios que por estar cegada en los hechos dejé de lado mis sentimientos, esos que juré no mezclaría cuando de un hombre se tratara.

Ahora, creo, me siento como en un principio cuando esperaba mi primer hijo, con temor por lo que pudiese pasar pues quedé sola ante el mundo, asumiendo una responsabilidad de la cual no estaba preparada.

Cuando le escuché tan decidido no solo vino esa señal de alerta que me gritó que reaccione, sino que también mi pecho dio un vuelco, indicándome que debía hacer algo, evitar este disparate. El impacto inicial no me dejó actuar y solo hasta que lo vi dando sus últimas palabras fue que consideré los hechos, de que tal vez quedaba en mí hacerle cambiar de parecer, porque ese presentimiento que estaba cometiendo una locura no me dejaba tranquila.

Lo veo hablando con algunos de los jefes de los diferentes departamentos reunidos a su alrededor, respondiendo dudas. Desde mi puesto lo analizo, recapitulando las acciones que ha tomado, en lo que pasará cuando deje su cargo, ¿qué hará de su vida, qué pasará con él?

Así que espero, aguardo paciente a que termine.

La sala se vacía, ni me doy cuenta en qué momento Oscar se ha ido. Espero a que lo dejen solo, con el corazón martillándome el pecho, jugueteando con mis manos a modo se disipar los nervios. ¡Dios! No debería estar así, estar más calmada, no me competé lo que haga con su vida, pero... Temo que todo esto lo esté haciendo por un arrebato. Repito, no tendría que inmiscuirme, después de que tantas veces juré que nuestro trato sería ajeno con lo que a nuestras vidas respecta, pero aquí estoy, considerándome la gran tonta que ahí va de nuevo, contradiciéndose sin entender la razón.

La sala se vacía, quedan contadas cinco personas incluyéndome, así que no doy más vueltas al asunto. Me levanto de mi asiento, tomando entereza de donde no tengo para enfrentar de nuevo a ese hombre cara dura que aunque no tengo motivos me molesto con él por esto que está haciendo. Es eso, ese sentimiento de impotencia y enojo lo que me hace parar en medio de las pocas personas que lo rodean para enfrentarlo.

Cuestión de amor © [Cuestiones III]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora