Epílogo

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11 meses después

Dominic

Los grandes momentos llegan de golpe, como un tren de carga en una vía exprés, te dejan un resto de emociones que no sabes a cuál hacerle caso. No obstante, lo que pasa después, te deja en un espacio de reflexión, donde piensas cómo superaste eso que pasó, qué lección te dejó o qué estás dispuesto a hacer para remediar el daño.

Así fue para mi padre, para Torr, para mi familia, obstáculo tras obstáculo superaron, cambio a cambio mejoraron y ahora, solo queda ver el resultado de su evolución.

El día de mi boda llegó e igual me sentí diferente, ya no era el chico que solía seguir al pie de la letra lo que su padre le pedía porque creía que ese era el camino correcto, ahora son un hombre independiente que ya tiene su vida hecha a pesar de tantos limitantes, como el no tener mis piernas o en un principio, no contar con el apoyo de mi padre.

Agradezco a la vida por darme a la mujer que ahora me acompaña en esta celebración, sentada a mi derecha, luciendo un vestido de ensueño, preguntándome qué hice para ganármela, porque siento que no la merezco. Fueron tantas las veces que la hice sufrir, que por mi depresión al estar así, invalido, la alejé, pero allí seguía, dándome ánimos, ayudándome a no rendirme, brindándome un motivo para darle una oportunidad a la vida; su compañía y amor.

Luego de dar el brindis y que mi ahora esposa fuera a bailar con mi suegro, aprovecho para dar un paseo alrededor de la fiesta, saludar a los invitados, sonriendo cuando me detengo en una mesa en específico.

Mi padre está junto a su esposa. Francesca tiene entre sus manos a mi hermanita quien está preciosa, con sus cachetes y piernas regordetas, estirando sus manitas para agarrarle algunos mechones de cabello a su madre. Víctor está a su lado, de brazos cruzados, viendo atento la escena, tan concentrado en ellas, como si el mundo a su alrededor no importara.

Me cuesta asimilar que ese es mi padre. Está muy cambiado, más delgado, incluso hasta creería que más joven a pesar de las pocas canas que tiene a los costados de su cabello y de estar rondando los cincuenta años, pocas veces lo vi sonreír de esa manera, tan sincero, auténtica felicidad que escasas veces tuvo.

Lo que rompió el molde fue que en este día tan importante, me acompañara en cada momento, antes de que fuera al altar diciéndome lo orgulloso que estaba de mí, estando en primera fila mientras daba los votos a mi esposa y ahora aquí, compartiendo en esta fiesta, con su familia.

—Vengo a saludar a mi hermana —enuncio apenas llego hacia ellos.

—¡Hola, Dominic! —Francesca, la mujer que conquistó el corazón de mi padre se levanta de su asiento, de inmediato se me acerca, agachándose con mi hermanita en brazos para darme un beso en la mejilla—. Muchas felicidades, espero seas muy feliz.

—Gracias —aludo, sonriendo sin explicación y es que es inevitable no hacerlo con ella pues es tan gentil, tan cálida su presencia que entiendo por qué mi padre la hizo su esposa.

—Bueno, si me disculpan iré al baño —comenta mientras se endereza, dando media vuelta—. Amor, cuídala mientras vengo —le pide a mi padre quien ya se encuentra de pie. Con delicadeza recibe a la pequeña quien apenas está en sus brazos, ríe muy coqueta, agarrándole la nariz en el proceso.

Nos quedamos viendo a la mujer que se aleja, abriéndose paso entre la gente. Al enfocar a mi padre él se queda de más viéndola. Rio en ironía al verlo así de hipnotizado; demasiado enamorado está; de no ser porque Victoria le hala la corbata, no saldría del embrujo en el que quedó por ver andar a Francesca.

—Ya, ya, también tengo ojos para ti —comenta, tomando la manita de mi hermana para que deje de jugar con su ropa—. No le gusta que la ignore —aclara mientras me vuelve a ver y luego a la bebé entre sus brazos que empieza a removerse y a reírse encantada por un juguete que mi padre se saca de un bolsillo de su pantalón para pasárselo.

Cuestión de amor © [Cuestiones III]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora