41. Rogando al cielo

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Torrance

Año nuevo, vida nueva, dice el dicho popular que me repetía cuando marcaban las doce de la media noche cada comienzo de año. Sin embargo, en esta navidad no me dije nada de eso porque ya no necesitaba una vida nueva.

Las buenas noticias son las que más me gusta recibir; cuando me enteré que Néstor Zoellick no iría a la cárcel, me puse muy feliz por Ethan, notando un cambio significativo en su actitud. Estaba más alegre, más animado, salíamos más seguido a pesar de tener el tiempo muy ajustado por el trabajo, y sobre todo notar que ya nada lo preocupaba era lo que más me aliviaba porque al igual que él, me tenía en la incertidumbre porque no quería que por eso nuestra relación se viera afectada en un futuro.

Por otro lado, cuando supe que mi hermanita nació, ese mismo día fui al hospital a visitarla, solo me dejaron verla un par de minutos porque estaba en incubadora, pero no perdí oportunidad de acariciarla, y obvio de llorar porque, ¡Dios! Es tan preciosa, tan pequeña, rogando que saliera bien y pronto para poder cargarla.

Quería pasar esta noche buena en el hospital, acompañar a Francesca y a Víctor pero no me dejaron, lo que me entristeció porque quería que en estas fechas especiales estuviéramos reunidos. Sin embargo no todo fue tristezas porque tenía a alguien a mi lado con quien pasar navidad.

No supe cómo pero todo fue improvisado.

Lugar; el apartamento de Ethan. Invitados; mi precioso novio, mi suegro Néstor y mi hermanastro a quien prefiero decirle hermano; Spencer.

Con Ethan habíamos adornado la casa para esta navidad si acaso con un árbol, y eso que fue mi idea porque según él, para esas fechas no decora, así que el que haya adornos navideños en cada rincón, listones azules y luces alrededor del árbol es todo obra mía, y también de mi dinero porque no quería abusar de Ethan ya que puso lo del árbol.

Sin embargo, en todo ese trajín de organizar el espacio para la velada de esta noche, no contábamos con un comedor, así que nos hicimos con la mesa de desayunos con la que cuenta la cocina.

—Creo que mejor cenamos en la isla, allí estaremos más cómodos. —Al fondo de la cocina, Ethan termina de aderezar la carne que preparó para la cena.

—Pero si ya arreglé la mesa —reprocho, mirándole por encima del hombro ya que le doy la espalda—. Me costó conseguir el mantel y arreglar el adorno floral que compré, así que no me harás cambiar de parecer.

Continúo en lo mío, satisfecha en cómo quedó la mesa, colocando las manos sobre mis caderas, asintiendo por el resultado. Oigo a Ethan a mis espaldas revolver algo en la sartén, tapando el recipiente. Le miró de reojo, al tiempo en que enrolla sus brazos alrededor de mi cintura.

—En la isla, estarán más cómodos, aquí solo cabemos tú y yo para comer, no seas terca —recalca, hablándome al oído. No sé si con eso busca convencerme y sí, lo consigue. Su cálido aliento golpeando la piel de mi cuello me eriza por completo, diciéndole si internamente a lo que me sugiere.

—Está bien —musito, al tiempo en que despeja mi hombro de cabello para darme un beso húmedo ahí. Por lo que tengo un vestido estilo corsé sin tirantes, no pierde oportunidad de besarme o darme un suave mordisco en esa zona.

Antes de que me derrita en sus manos, me vuelvo enseguida para tenerlo de frente, apreciando lo bien portado que luce. No se queda atrás, viste muy elegante, pantalón de paño negro, camisa blanca con el cuello desabotonado, demasiado elegante a pesar de no tener saco ni corbata. Y es que es irresistible su imagen, con sólo esas dos prendas hace maravillas, además de su cuerpo atlético, que resalta bajo la ropa que usa, sobre todo su pecho esculpido y sus tonificados brazos.

Cuestión de amor © [Cuestiones III]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora