2. Miedo

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Torrance

Días grises y nublados, opacos y sin color, así se volvió lo que me rodea, siendo ajeno, lejano, sin motivo ni razón.

Sola de nuevo en esta enorme mansión, en estas cuatro paredes, recordando sus últimas palabras que cada que lo hago una lágrima se vierte. No debería limitarme de este modo pues no es el primer hombre que entra a mi corazón, pero así me engañé sí, ha sido el primero; el primero del que me enamoré, a quien me atreví a abrirle mi corazón por completo y le entregué lo que soy.

No salgo de casa aunque los chicos me insisten en hacerlo; no he vuelto a hablar con ellos, si acaso con Tyler quien, luego de aquella fiesta, se ha animado a visitarme, tal vez porque ambos estamos sufriendo algo similar, amando a alguien que lejano.

Hope me alienta que no deje de luchar por los fallos de otros o por los tropiezos que nos derrotan, solo que no sabe lo difícil que es cuando no hay motivos más que querer desaparecer. Mi cárcel es mi propio cuarto, mi pena es soportar esta ausencia, no solo de Ethan al irse ese día, sino porque de nuevo mamá se presenta en mis memorias, recordándome lo sola que estoy a pesar de que sé, hay más personas que están dispuestas a tenderme la mano cuando lo necesite.

Me remuevo en mi cama incapaz de sacar méritos para salir de ella. Bocabajo, con un brazo colgando al borde, de nuevo el eco de sus últimas palabras me golpea el pecho haciendo que las lágrimas se presenten. Hundo mi rostro en la almohada diciéndome: «¡ya basta, basta de llorar!», pero no puedo, no cuando él con su estúpida sonrisa y hermosos ojos inunda mis pensamientos.

Algo húmedo tantea mi mano para luego sentir una lengua áspera. Me remuevo en la cama mirando al techo, limpiándome las lágrimas con el brazo, haciendo un gran esfuerzo me siento, al tiempo que una cosa peluda salta a la cama justo entre mis piernas cruzadas. Desde que Ethan se fue, Krueger se ha mantenido más apegado a mí de lo que puedo asimilar. Antes me buscaba para que le dé de comer, ahora es como si entendiera por lo que paso, y lo extraño es que cada que estoy llorando me busca, restregándose para que lo acaricie, lamiéndome a veces el rostro cuando sabe que estoy por romperme en llanto.

Al menos en algo sirve su compañía pues con él mitigo los sollozos, no me siento tan sola, siendo una distracción de mi realidad. Lo acerco más, acariciando su lomo y por debajo de la quijada, sintiendo ese ronroneo que siempre, sin evitarlo, me roba una sonrisa.

—Al menos sabes por lo que paso —le digo, sin dejar de consentirlo, hasta se echa patas arriba mientras tomo la punta del edredón y juego con él.

Sonrío aunque es un gesto por reflejo y no porque sea sincero, siendo los recuerdos tan traicioneros cuando la imagen de Ethan junto con Krueger se presenta, aquí en este mismo cuarto, donde el gato se dejaba consentir de él.

Sin evitarlo cierro los ojos, unas lágrimas se vierten las cuales como puedo enjugo. ¡Dios! Duele como el diablo todo esto, siento que el corazón se comprime más y más ante cada recuerdo. Odio esto, dormir llorando y despertar de igual modo, meterme a la ducha solo para sentir fresco el cuerpo de tantas lágrimas. Sabía que amar duele como la mierda pero, ¡carajo, no pensé que fuera tanto!, porque no solo te parte el alma sino que te sientes enfermo, sin fuerzas, deseando arrancarte no el corazón, sino jamás volver a sentir de ese modo.

Krueger se remueve, frotándose contra mi pecho, dando un maullido que borra por un momento los recuerdos, robándome una risa opaca. Abro los ojos, empañados por tantas lágrimas, lo tomo con cuidado para alejarlo y seguir consintiéndolo.

Tocan a la puerta, como puedo para disimular que no estoy llorando como Magdalena, me limpio el rostro con la manga de la sudadera. Dando un respiro, aclarando mi garganta, le aviso a quien esté del otro lado que pase.

Cuestión de amor © [Cuestiones III]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora