16. El príncipe azul y la rana fea

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Torrance

Cuando te confiesan algo tan serio, temes porque aquello te afecte de algún modo. Siempre me pasa que al hablarme de forma tan íntima, mis defensas se bajan, desconfío de lo que pueda resultar y hasta me pongo a la defensiva dado el caso, como me pasó con Víctor.

Con Ethan siempre me da miedo cuando se comporta así de severo al hablarme. Imaginé todos los escenarios posibles, temiendo que en el peor de los casos, terminaríamos discutiendo, acabando con nuestra relación.

Pero como siempre, él me sorprende tanto e inesperadamente que el miedo se vuelve más poderoso. Y no es porque se enoje, porque se aleje, el que me sienta diminuta al lado suyo, sino porque se cuela en cada espacio de mi corazón, vacío por tanto sufrir, que me es difícil asimilar lo que sucede. Lo siento como un protector cuando me dice que se preocupa, que quiere lo mejor para mí, como un terrón de azúcar cuando me acaricia y besa con tal suavidad que me siento delicada y frágil, cual objeto preciado que debe ser cuidado. Pero sobre todo, lo siento como esa felicidad que opaca cualquier sensación de soledad o tristeza, un sentimiento tan grande donde el amor desborda y no sabes qué hacer para descargarlo, siendo como esa energía que estalla sin medida, queriendo desatarla con él.

Sus palabras, su sinceridad me llegaron tan hondo que cuando me dijo esas dos palabras me creí en otro planeta. Mi corazón se desbocó, el miedo fue tal que temí que fuera irreal lo que pasaba, pero no, no lo era. Allí estaba, abriéndome su corazón, pidiéndome que le enseñara algo en lo que no sé si sea una experta, pero estoy dispuesta igual a todo, para tenerlo junto a mí.

Decir que amo a Ethan es poco para describir todo lo que siento, pues este sentimiento me supera, queriendo de uno y mil modos tenerlo cada día junto a mí. Haría lo que sea para que se dé cuenta que esto es mutuo, que cambiaré para que mis inseguridades no nos vuelvan a separar. Porque está en mí reparar lo que nos alejó.

Así que luego de confesarnos, después de otro par de besos, le pedí que nos fuéramos del restaurante, proponiéndole ir a mi casa.

Vamos en su auto, en todo el trayecto dialogamos sobre lo que nos pasó durante este tiempo separados. Le conté de mis pocas clases de guitarra y que me animé gracias a Tyler a trabajar para no sentirme tan inservible, obligándome a prometer interpretarle una canción, cosa que no sé si pueda. Por su parte, me contó la situación que afronta la firma, cómo se sentía al respecto, notando preocupación cuando tocaba el tema de su padre, que aunque le dije que no era necesario revelármelo, me aclaró que igual me lo diría pues era un asunto que merecía saber.

—Creo que es mejor hablar de eso con más calma en casa, ¿te parece? —le propongo, mirándole de reojo.

La verdad este tipo de situaciones me inquietan, el que Ethan se vea implicado es lo que más me asusta porque no quiero que resulte en un lío legal que lo meta en la cárcel, como me dijo tiempo atrás.

—Me parece bien —acepta, esbozando una media sonrisa que me alivia.

Aunque tengo tanto que decirle, ya que es mi turno de declararme, dejo que los minutos pasen, deseando encontrar el valor de hablarle cuando lleguemos a casa. Porque sí, soy una cobarde que teme que por una palabra errónea acabé alejando al hombre que amo.

Mordiéndome el labio por reflejo, fastidiándome un poco el silencio que se asienta en el auto, trato de no ser tan notoria, desviando mi atención hacia el nocturno paisaje urbano de Trenton. Mi corazón golpea fuerte en mi pecho y no es menos cuando siento ese par de hermosos ojos grises sobre mí, porque eso es seguro.

—Torr —llama Ethan con cautela. Tratando de relajarme, vuelvo a verlo, forzando una sonrisa.

—Dime —digo, aparentando una tranquilidad que no poseo.

Cuestión de amor © [Cuestiones III]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora