33. ¿Saben lo que es el terror?

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Torrance

Llego al apartamento de Ethan muy cansada luego de la velada en la mansión. Fueron muchas las noticias recibidas, afectándome un poco las que no eran buenas. Me prometí no darle importancia a ese tipo de asuntos, ya tuve suficiente con lamentarme el año pasado con tantos problemas que me gané. Solo que no sé, me siento tan exhausta, harta de que los problemas no se acaben.

Le avisé a Ethan que llegaría tarde; todo está a oscuras, menos el cuarto donde él se confina para estudiar. Me encanta lo que mis ojos captan; está sentado de tal modo que pone sus piernas estiradas sobre el escritorio, con un libro entre las manos, leyendo muy concentrado. Lo que más me fascina son sus lentes, incrementan ese aire de misterio y seriedad que lo caracteriza y a eso, sumándole su barba, lo hace lucir muy sexy, tanto que debería ser un crimen ser tan atractivo.

Con cautela camino aprovechando que está de espaldas. Cuando estoy cerca, rápido enrollo mis brazos alrededor de su cuello y le doy un beso en la mejilla.

—Te ves tan bien que me calientas más que el sol de verano —le digo al oído para después probar su lóbulo.

Mi adulación lo hace carcajearse, prendiéndome aún más. Es un deleite su voz grave, ese ronroneo que sale de su garganta al reírse, apreciar su hermosa dentadura, las arruguitas que se forman en la esquina de sus ojos y los pequeños hoyuelos en sus mejillas. Siempre me gusta decirle cosas graciosas, halagarlo con comentarios así para que me muestre su sonrisa.

Deja el libro que estaba leyendo sobre el escritorio donde tiene desperdigados varios cuadernos, hojas, exámenes y su laptop encendida. Lo rodeo para estar frente a él. Ethan se endereza en la silla, y afianzando mi cintura me indica que me siente de piernas abiertas en su regazo.

Quedamos cara a cara, yo, sosteniéndome de sus hombros para mantener el equilibrio y él con sus manos en mi espalda, colándolas bajo mi ropa.

—¿Cómo te fue? —pregunta. Deposita un beso en mis labios, corto y exquisito.

—Diría que bien —respondo, mirando pensativa hacia el techo—. De todas las buenas noticias que recibí, diré que tendré un hermanito, o hermanita, aún es temprano para saber qué será.

Ethan se aparta solo un poco para verme; quedó sorprendido, igual que todos los que supimos de la noticia.

—Por lo que veo te gustó la idea de tener otro hermano —comenta, dejando el asombro de lado. Pasa su mano por mi mejilla, elevando una comisura de su boca.

—La verdad si —confieso, sonriendo de oreja a oreja, viendo con aire soñador hacia arriba—. Siempre le pedí a mamá un hermano, y no es que diga que no quisiera a Dominic, solo que, quise a un hermano menor que yo para enseñarle lo que sé.

—Malcriarlo —reprocha, siendo burlón.

—La verdad que si —aseguro, risueña, pasando mi dedo por su pecho, observando los círculos que trazo. Dejo la alegría de lado cuando pienso en lo que pasará después de que se dé el primer juicio.

Nunca me importó lo material, solo que con eso de que la mansión en la que viví y crecí será incautada en unos días, me da nostalgia. Hoy cuando fui a casa muchos recuerdos despertaron; no quería dejar mi hogar, me había acostumbrado tanto a él a pesar de que solo lo compartía con pocas personas.

—¿Pasa algo? —salgo de mi ensimismamiento. Ethan me toma del rostro con una mano, bajo la mandíbula. Me gusta cuando me toma así, porque es como si me pidiera que no le deje de ver, a su vez que me trata con delicadeza.

Le cuento todo lo que hablamos en la cena, no me guardo nada, ni el cómo me siento, recibiendo como consuelo sus palabras alentadoras, sus mimos y besos inesperados. Me deja hablar, me escucha con atención, y es lo que necesito para sacarme este peso de encima.

Cuestión de amor © [Cuestiones III]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora