Francesca
Nerviosa es poco para describir cómo me siento ahora que ya llegó el momento de la dichosa cena que pedí. No es que dude en asistir, solo que me puede más el hecho de verlo luego de tanto, de cómo reaccionará ante mi presencia. Como pude ordené mi cabello gracias a una peinilla que Isabela me facilitó, el vestido que traigo puesto al menos lo agradezco pues pasa desapercibido a donde Víctor pretenda llevarme. Dudo que me cite en su apartamento luego de que su trato conmigo volviera a ser el mismo cuando era mi jefe.
Espero paciente la hora, lleva atrasado unos minutos pero sé que es puntual. Sin embargo, a cada paso de ellos, siento que es una tortura porque a la vez quiero y no, que aparezca para recogerme. En definitiva no me entiendo.
Termino de ordenar los documentos de mi escritorio para guardarlos bajo llave en el escritorio, apago la laptop para meterla en mi bolso así como mis cosas, hasta que de repente suena mi celular. Sobresaltada, reviso el aparato, es un mensaje de texto de Víctor anunciando que Pancer está frente a la constructora, cosa extraña pues nunca me manda mensajes. Restando importancia, termino de ordenar mi oficina y salgo de ella, despidiéndome de Isabela y de los empleados que me cruzo en el camino.
Estando en el primer piso, observo al chofer quien me recibe con un buenas noches, y atento abre la puerta trasera del auto. Enseguida asciendo me acomodo procurando que mi vestido no se suba. Pancer emprende marchar.
Aprecio a través de la ventana la urbe nocturna, a modo de disipar los nervios con esta noche tan tranquila, cuyo clima templado es agradable luego de soportar tanto calor en estos días. De reojo miro al conductor que está diagonal al puesto al que me he ubicado. Su atención está en la carretera, apenas si refleja emoción alguna.
Ahora que lo considero, creo que él podría ayudar a distraerme un poco a antes de llegar a mi destino, además de que pocas palabras he cruzado con él. Poco lo conozco, si acaso que tiene treinta años.
—Pancer.
—Dígame, señora Carmin —contesta, muy servicial, viéndome de soslayo.
—Si no te molesta, ¿puedo hacerte unas preguntas? —Guardo silencio, aguardando de su respuesta. En lo poco que sé, solo una conclusión he sacado y es que es parecido a Víctor, quitándole la arrogancia. Es serio, callado, amable y muy atento. Espero que no sea al menos ajeno hacia quien trabaja.
—Por supuesto —responde, igual que antes, revisando el espejo lateral mientras vira a la izquierda el coche.
—¿Desde hace cuánto trabajas para Víctor? —cuestiono, intentando no parecer acusadora o cosa parecida.
—Desde hace cinco años —responde, sonriendo de media boca, lo noto por su reflejo a través del retrovisor.
—¿Y cómo conseguiste el empleo? —pregunto, curiosa, entrecerrando un poco los ojos.
—Pues la verdad no buscaba el empleo, él me lo dio —responde, con un ápice de nostalgia, como si recordara algo bueno—. Solo diré que me lo brindó cuando más lo necesitaba.
—Y cómo fue, por qué te lo dio, si no te molesta responder —Me coloco al borde del asiento, para acercarme más. Pocas veces conozco el lado amable de Víctor y no dudo que haya hecho algo significativo por él.
Pancer eleva una comisura boca, me mira a través del retrovisor, regresando después la vista en la carretera, tomando una calle alterna ya que la avenida principal en esta hora pico está algo congestionada.
—Fui demandado por quien mi exesposa. Me pedía el divorcio, quería quedarse con la custodia de mi hija y dejarme sin nada. En esa época trabajaba como mesero en el restaurante al que voy a llevarla ahora. Él presenció una discusión que tuve con ella afuera del restaurante, siendo despedido por eso. Víctor no sólo me ofreció sus servicios como abogado sino que no me cobró por ello. Fue con todo, descubriendo que mi esposa me fue infiel y además no estaba en condiciones de cuidar a mi hija; supe que solo quería quedarse con ella por el dinero de la pensión alimenticia. Luego de eso me ofreció este empleo, desde entonces trabajo para él.
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Cuestión de amor © [Cuestiones III]
RomanceCONTENIDO +18 | 3er libro de la trilogía "Cuestiones" Cuando el orgullo es tal que ciega cualquier acción, el tiempo es poco para revertir cualquier decisión. Pero cuando hay amor, se es capaz de cambiar y entrar en razón. Secretos, confesiones, tra...