36. Cuídala

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Ethan

El año sigue transcurriendo y las cosas aunque en apariencia andan bien, hay algo que no me deja tranquilo. La relación con mi padre luego de lo que hizo no volvió a ser la misma.

Iba a visitarlo al apartamento, el único inmueble que le quedó de todo lo que perdió. En apariencia estaba bien, no le faltaba nada de mi parte, pero sabía que todo esto lo estaba destruyendo. A final de año se sabría el fallo de la corte y pasaría tiempo en prisión. Además, estaba el que ya no podía ejercer su profesión, le revocarían su licencia, aunque así la tuviera, estoy seguro de que nadie solicitaría sus servicios.

—Por suerte sé de carpintería —me informa sonriente, palmeando mi espalda.

Como es costumbre, los sábados en la mañana voy a visitarlo. Antes era los domingos por la tarde, pero como ya no laboro en la firma me queda más sencillo.

Hablamos del trabajo, lo que hará luego de que se solucione este embrollo. Le informo que ahora estoy media jornada como asistente en un bufete pequeño de abogados, me dan la posibilidad de trabajar desde casa, aunque todos los días tengo que hacer acto de presencia allí. En eso me comenta de su segunda pasión; la carpintería, de la que reconozco es bueno, solo que lleva tiempo sin tocar un trozo de madera.

—No es por nada, padre, pero estás oxidado en esa área —mofo, sonriendo de medio lado para que tome en burla mi comentario, aunque muy en el fondo se lo digo a conciencia, porque la verdad me preocupa que se quede sin hacer nada. Obvio le brindaré mi apoyo, lo que necesite, un techo, comida, todo, por mí le pido que deje de trabajar, pero conociéndolo, dudo que se deje ayudar.

—Descuida, hijo —indica, riendo entre dientes—, de hecho de todo esto que pasó, me di cuenta de los verdaderos amigos que me quedaron y uno de ellos me ayudará a conseguir trabajo en eso que quiero. Solo es tomar un curso de carpintería, pulir lo que ya sé y poner manos a la obra.

Como si fuera tan fácil...

Entorno la mirada, escrutándolo seriamente un par de segundos hasta que, rendido, suspiro.

—Está bien —acepto, volviendo la vista al frente, enderezando mi postura ya que me he encorvado hacia adelante, apoyando mis codos en las rodillas. Néstor me da una palmada en el brazo, captando mi atención, sonriéndome con esa calidez que me hace preguntar cómo me hace para estar tan tranquilo—. ¿Cómo vas con Torrance?

Sonrío cuando la nombra. Es raro que a pesar de este roce entre las familias Bathory y Zoellick tanto él como Víctor no nos impidieran seguir. Saber que en un principio no querían que estuviéramos juntos, pero que pronto cambiaran de parecer, me alentó a seguir con esto. Es como una señal de que debía si o si estar con ella, porque no habían obstáculos, solo el de mi cabeza al principio.

—Bien —respondo, sonriente, volviéndolo a ver—. Le explico una que otra cosa que sé y ella a veces me ayuda con mis trabajos de la universidad.

Desde que empezamos a estudiar nos apoyamos mutuamente, demasiado diría. Le doy tutorías en algunos temas que no entiende y ella igual me ayuda a estudiar, y de qué manera. Aunque no es entusiasta de los libros, se esfuerza para leer tanto los que le dejan para estudio como los que yo debo revisar. Y en eso, cuando sabe que tengo examen, se ofrece como voluntaria para hacerme preguntas y, si las respondo bien, ofrece algo que ni por los dioses voy a rechazar; pregunta correcta, prenda que se quita, eso es en resumen estudiar con ella.

—Hace tiempo no te veía así de feliz por una mujer —explica, sacándome de mis pensamientos. Atento le observo; esboza una media sonrisa, gentil me advierte—. Pensé que con Rachel eras feliz porque te comprometiste, pero a decir verdad, no te vi así contento con ella. En cambio con Torrance es algo muy diferente.

Cuestión de amor © [Cuestiones III]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora