12. Winslow

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Víctor

Retrasé demasiado mi llegada a Winslow, no sé si por temor a enfrentar mi pasado o porque estaba tan consumido por los paisajes que recorría. Dure siete días en carretera, haciendo una parada obligada en aquel acantilado a las afueras de Strongville, ciudad vecina de Trenton, que visité hacía más de dos décadas atrás, donde el atardecer caía, invitando a la noche a ser partícipe de la decisión que al final nunca llevé a cabo. Era el lugar perfecto, alejado del mundo, donde nadie se preguntaría por el infeliz que se tiró al vacío buscando salir de sus problemas. Estuve a punto, pero al contemplar el firmamento donde las estrellas titilaban con furor, enseñándome lo que dejaba pasar por el agobio de mis rencores que me tenían al filo del odio propio, decidí mejor sentarme al filo del acantilado, apreciar ese cielo eterno y considerar lo que haría después.

Así pasó en esta ocasión; duré del ocaso hasta el alba apreciando el espectacular paisaje, preguntándome si en lo que me queda de vida encontraré la luz de esas estrellas, al menos de una que me saque de tantos errores. Acompañé la velada solitaria con algo de música, de esa que tocaba a escondidas pues Douglas desaprobaba que perdiera el tiempo en cosas mediocres, como lo consideraba tocar un instrumento o ahondar en las bellas artes. Fue por mi madre que conocí el valor de la música, y con ella aprendí a conservar ciertas actitudes buenas, aunque me dejé cegar por el odio que le profesó mi hermana y padre.

Hubo un tiempo en que quise ser músico, tocar varios instrumentos, solo que nunca conocí siquiera una partitura o una escala musical. Después de cierta edad, investigaba por mi cuenta y ahora, aunque conozco del tema, me siento oxidado para aprender, pero no para apreciar pues tengo mis canciones, intérpretes y compositores favoritos.

Después de eso me detuve en carretera para abastecerme, hospedarme en un hotel de paso, asearme y continuar, no duraba mucho, evitando retrasos, aunque sí me permitía parar en un paisaje digno de admirar y quedarme dormido con el firmamento como techo y el pasto como cama.

Quien solo conoce al sujeto dueño de una firma prestigiosa de abogados, una constructora exitosa que porta un apellido de renombre, consideraría una falacia el verme descansar tendido en el suelo en medio de la nada, pero a este punto ya me he desprendido tanto de mi pensamiento que poco me importa incluso recordar la vida que dejé atrás.

Ahora estoy al final del viaje, saliendo del país, contando los campos de cultivo recorridos, percibiendo el ascenso de temperatura, a cada kilómetro avanzado. La ansiedad me impacienta a su vez que quiere echar para atrás. Sin embargo ya estoy aquí, ya me cansé de retroceder y no avanzar, y aunque esto es un gran revés, tengo la plena seguridad que no será para quedarme en lo mismo sino para encontrar lo que siempre quise, lo que siempre deseé.

Semanas antes de esta travesía, investigué todo sobre ella, dónde fue a parar, a lo que se dedicó después de dejar a Douglas, encontrando más información de la que pude asimilar, evocando recuerdos de cómo fue que partió de nuestras vidas, dejando un hogar que a duras penas mantuvo la armonía pues la alegría se esfumó cuando se fue.

Agnes Ramsey se casó con mi padre tiempo después de que su primera esposa se diera cuenta de su amorío y que quedó embarazada de Johanna. En ese entonces mi padre recién inauguró la constructora, siendo mi madre una clienta que pidió sus servicios para construir una hacienda a las afueras de Trenton.

Igual que mi padre, su familia era de dinero pero se especializaban en el negocio de la ganadería y agricultura. Ella quería formar su propio viñedo, construir su propio negocio. Con el tiempo el proyecto nunca se realizó puesto que no tuvo el apoyo suficiente de mi abuelo, pero si le dio la oportunidad de tener una relación muy ínfima con mi padre cuyo resultado fue la ruptura de un matrimonio que nunca prosperó.

Cuestión de amor © [Cuestiones III]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora