Capítulo 24

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Me había levantado con gran dificultad esta mañana, mi cuerpo dolía desde la punta de mis pies hasta la parte trasera de mi cabeza

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Me había levantado con gran dificultad esta mañana, mi cuerpo dolía desde la punta de mis pies hasta la parte trasera de mi cabeza. 

Estaba frente a la casa en medio de los escalones que daban a la puerta principal, esperando por Jin y aunque sabía que no regresaría en dentro de un día, mi esperanza crecía tan solo de imaginarlo entrar por la puerta principal con esa maravillosa sonrisa. 

 Tenía tanto miedo de no verle, pensar que él nunca regresaría, provocaba un dolor insoportable imposible de controlar. No tenía ni idea que el amor doliera tanto. 

— ¿Lista? Hay mucho que ver hoy, me da gusto que al fin decidieras, Namjoon es un gran tipo.

Lucia estaba más feliz que yo, debería de ir ella y escogerlo por mí, aclare mi garganta y mire hacia arriba, estaba de pie frente a mí con una amplia sonrisa. 

—Quiero regresar temprano, tengo sueño. —Dije poniéndome de pie ignorando su comentario anterior, le sonreí. —Espero y tomes un poco de color al salir de aquí, pareces zombie. —dijo dándose la vuelta para comenzar a bajar los escalones. 

No tuve tiempo de dar un paso oh de sostenerme, mi cuerpo se tambaleó como gelatina y mi respiración se cortó antes de inhalar profundamente. Mis rodillas tocaron el suelo y todo volvió a tambalearse, las voces a mí alrededor se volvieron profundas y lejanas, sus rostros se volvieron distorsionados y todo me consumió en un profundo túnel volviéndose todo negro.

 ... Un sonido sonaba constante sobre mi cabeza como una alarma. Mi cuerpo dolía de manera insoportable, no podía moverlo con normalidad, es como si una aplanadora hubiera pasado sobre de mí y me hubiera dejado complétame moribunda. —por ridículo que parezca —. Suspiré y apreté los ojos con fuerza antes de abrirlos. 

Mire a mí alrededor y unas luces de colores se esparcieron por la habitación, trate de concentrarme y volví apretar mis ojos tratando que volvieran a su normalidad antes de volverlos abrir. Conocía este techo, conocía el olor de las sabanas. 

Sabía dónde estaba, apoye las palmas de mis manos sobre el colchón y me deslice hacia arriba lentamente. Saqué el aire por la nariz, cuando pude al fin acomodarme sobre la cabecera de la cama. 

A unos cuantos pasos de la cama frente al tocador estaba un hombre de mediana estatura y cabello grisáceo con una bata blanca, moviendo constantemente un maletero color negro.

 —Siempre que te visito debo encontrarte durmiendo ¿no es así?

Esa voz profunda y rasposa la conocía en cualquier parte, aunque estuviera durmiendo. Sonreí, tratando de hacer a un lado el dolor punzante que golpeaba mi espalda.

—Mi cuerpo reacciona a los doctores señor Collins, aunque sea amigo de la familia eso no quita que sea doctor. 

Él se giró y me sonrió ampliamente acomodando el cuello de su bata. —Te he cuidado desde los catorce años, deberías perder el miedo. ¿Cómo te sientes? —pregunto, pero más allá de una pregunta de rutina que acostumbran los doctores yo sabía que no se refería a mi salud, mi papá seguro ya le había contado todo. 

—No es muy bueno fingiendo, usted sabe por qué me debo casar. Y mi cuerpo se niega tanto que tuvo que dormirse un poco.

Collins se acercó y se sentó frente a mí a la orilla de la cama, frunció el entrecejo y reprimió una sonrisa. —La última vez que me dijiste que tendrías que casarte no le diste tanta importancia como ahora lo haces, pareces que entraras a la boca del lobo. ¿Te has arrepentido? 

—Parece que sí... 

—Me dicen que comenzaste a tomar tus medicamentos en línea y que comenzaste a comer mucho mejor desde hace un mes. Tu padre mencionó también que viviste mucho estrés cuando tu guardaespaldas te salvo la vida. 

Mi guardaespaldas

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Mi guardaespaldas... mi Jin. Baje la mirada tratando que no notara mi rubor y mi sonrisa. La habitación se quedó en profundo silencio durante segundos que parecieron eternos, el doctor Collins se aclaró la garganta.

—Vaya, sí que es extraño enterarme de algo así sin que lo dijeras, basta con ver el rubor y la sonrisa —Suspiro—si hubiera sabido esto, lo hubiera llamado y no hubieras tardado dos días en despertar. 

Le miré. Mis ojos casi se salen de mis órbitas y mi cabeza casi se revuelve, agradecí tanto estar recostada porque seguramente me hubiera caído de bruces al enterarme. ¿Dos días? No puede ser, imposible. 

— ¿Dos días? Debe ser una broma. —trate de mirar a mi alrededor buscando algo que me asegurara que pase dos días ausente, pero todo seguía en orden, le mire. — ¿Quién ha venido a verme? 

—Tu padre, tu prometido y Lucia. —Se encogió de hombros—, no se han despegado de ti desde que recaíste. 

— ¿recaí? Creí que este tratamiento estaba funcionando. 

—Esto ya lo hablamos Cailin, lo sabes. Intentamos todo lo que teníamos a nuestro alcance, intentamos esto por tres años, tu cuerpo se está deteriorando. —Sonrió de manera lastimera—puedo quitarte el dolor y...

—Sabe que odio los términos médicos—, le interrumpí, tragué con dificultad apretando mis labios en una ligera línea tratando de forzar una sonrisa.

 Apretó sus labios con fuerza antes de sacar el aire por la nariz, tratando de tomar la postura que acostumbran para dar malas noticias—Cailin... tú sabes que vas a morir. Tú sabes que no te queda mucho tiempo. 

 Apreté mi labio inferior, guardando el llanto en la punta de mi garganta. Y asentí lentamente...

 —Tú dime —continuo — casarte sin amor y vivir lo que te queda de esa forma. Oh disfrutar tus días al lado de la persona que amas. Deja de pensar en los demás y comienza a pensar en ti. Lucha por ese muchacho que te ha mantenido con vida. 

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