Capítulo 8

4.5K 367 168
                                    


—Todo va a salir bien. —Casi sin darse cuenta, le puso una mano en su mejilla—. Vos podés, vas a ver que sí.

     Vio raro que lo hubiera agarrado de la cara y la alejó enseguida.

—Bueno.

      Se puso de pie nuevamente y avanzó hasta la puerta de calle. Gabriel lo siguió para abrirle la puerta.

    Antes de alejarse, le dijo:

—Quiero que me llames a la hora que sea y me cuentes lo bien que la hiciste gritar en la cama.

—¡Tato!

      Carcajeó al verlo con esa cara de espanto.

—Solo quiero saber lo bien que la pasaron —aclaró. —Chau, Rulitos.

---

      Esperó a que Renato subiera a su auto y arrancara para cerrar la puerta.

      Su mejilla aún ardía ante el contacto de la mano del castaño. Llevó la suya a esa parte y tocó con sus dedos ese lugar.

      ¿Te puedo dar un beso?

     El sonido del celular lo sacó de su ensimismamiento y lo agradeció. Fue hasta la mesita preparada, donde lo había apoyado, y vio que era un mensaje de Carolina:

Carolina: Sigue en pie, no?

     Miró todo alrededor. Faltaba que se hiciera la comida (tortilla de papa), prepararse él y prender las velas. Los nervios volvieron a sacudir su interior. De todos modos, respondió:

Gabriel:

     Luego continuó para terminar todo de una vez.

     Cuando sonó el timbre casi a las diez de la noche, estaba todo listo, finalmente. Se vistió con un jean largo esta vez, zapatillas converse y una remera de manga larga, lisa.

     Fue a abrir la puerta. Carolina llevaba un corto vestido hasta el comienzo de los muslos, un saco y una cartera. Iba maquillada: sus párpados llevaban un delineado negro, se notaba el ligero colorete en las mejillas y su boca estaba pintada con un labial rosa oscuro.

—Hola, pasá.

—Hola —dijo ella mientras daba unos pasos dentro de la casa.

      Cerró la puerta con llave y volteó para estar cara a cara con ella.

—Ya está preparada la comida —le informó—. Hice tortilla de papas.

—¿No me vas a dar un beso?

     ¿Te puedo dar un beso?

—Gabriel… —Lo llamó ella, lo que lo hizo reaccionar.

—Ah, sí.

      Entonces, se acercó a darle un beso en la boca, con ambas manos a un lado de su cuerpo, sin tocarla. De igual manera, el beso solo duró un segundo.

—Ya podés sentarte.

     Se estaba acercando a la cocina para buscar la comida y agarrar la bebida de la heladera: vino tinto, cuando su mente voló otra vez hacia el beso con Renato.

     El celular empezó a sonar en ese momento, lo que lo interrumpió de seguir pensando en Tato y en el beso.

     Se había hecho el boludo frente a su amigo, pero ese beso no había podido salir de su mente en todo el día.

Por un besoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora