—Buenas noches, Gabo.
—Buenas noches, Tato.
Renato se incorporó un poco para poder mirarlo. Se miraron largamente a los ojos y entonces el castaño se acercó, y él también, y se dieron un besito suave y corto en los labios, para que después el castaño se volviera a acomodar en él.
—¿Qué te pasa conmigo, Tato? —Susurró unos segundos después, cuando Renato ya se había dormido.
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—Buenas.
Se dio media vuelta y vio a Renato entrar a la cocina, todavía estaba en pijama. Tenía los pelos parados y los ojos adormilados. Se veía lindo todo despeinado, pensó.
Esta vez no llevaba su ropa, sino unos shorts de jogging y una remera holgada. Sus ojos también se le iban a sus largas piernas.
Y esperó. Realmente, esperó a que se acercara a darle un beso, como había hecho en estos días, pero no pasó. Debería recordar que no eran pareja.
¿Solo era un amigo que le atraía sexualmente?
Así que le dijo:
—Buenos días… ¿Vas a ir al trabajo así?
—¿No me veo sexi? —Preguntó Renato, moviendo las cejas de arriba hacia abajo unas tres veces y con una pícara sonrisa, lo que lo hizo reír. —¿No? —Seguía bromeando él.
—Tal vez —quiso bromear también, pero como realmente pensaba que sí, lo dijo rápido, y volteó nuevamente para seguir con las tostadas, a las vez que también se le empezó a incendiar la cara.
—¿Cómo “tal vez"?
En ese momento, se le había acercado y lo trataba de mirar fijamente.
—Puede ser —corrigió, sin mirarlo todavía, al menos no tan directamente, apenas unas miraditas de reojo.
Vio que hacía un pucherito y que iba a buscar leche en la heladera.
Tenía ganas de besarlo. Si no estuviera tan confundido por sus acciones… O si no quisiera que supiera lo que sentía por él… Tal vez.
El castaño dejó la leche en la mesada y se puso nuevamente al lado de él, mirándolo con el pucherito todavía. Sus ojos se fueron a sus labios.
—¿Cómo querés la leche? —Le preguntó entonces y se despabiló, volviendo a poner sus ojos en los de Renato, que esperaba una respuesta.
—Caliente —contestó.
—Perfecto. Yo también —concordó Renato, que se dispuso a poner leche en una lecherita y calentarla en la hornalla. —¿Cómo dormiste? ¿Fui muy pesado?
—No. Dormí bien —respondió, empezando a acomodar las tostadas en un plato, sin mirarlo tan directo: siguieron las miradas de reojo, recordando cómo habían dormido la noche anterior y ese “Buenas noches" acompañado de un beso. También vio que Renato tampoco lo miraba a él, tenía la cabeza gacha y sonreía apenas. —¿Vos cómo dormiste?
El castaño lo miró para responderle:
—Muy bien. Calentito. Y cómodo. —Las mejillas de Renato se volvieron rojas.
Minutos después, con todo listo en la mesa, se sentaron y empezaron a beber y comer. Mientras, se dedicó a ver su celular porque le habían llegado notificaciones del blog.
***
—En cualquier momento nos matan —dijo entonces Gabriel y lo miró. El rizado miraba su celular. —Los comentarios en la historia. Tenemos que actualizar.
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Por un beso
عاطفيةRenato y Gabriel son mejores amigos desde la secundaria, hasta que un pequeño suceso cambia todo.