Capítulo 26

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—Buenas noches, Gabo.

—Buenas noches, Tato.

     Renato se incorporó un poco para poder mirarlo. Se miraron largamente a los ojos y entonces el castaño se acercó, y él también, y se dieron un besito suave y corto en los labios, para que después el castaño se volviera a acomodar en él.

—¿Qué te pasa conmigo, Tato? —Susurró unos segundos después, cuando Renato ya se había dormido.

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—Buenas.

     Se dio media vuelta y vio a Renato entrar a la cocina, todavía estaba en pijama. Tenía los pelos parados y los ojos adormilados. Se veía lindo todo despeinado, pensó.

    Esta vez no llevaba su ropa, sino unos shorts de jogging y una remera holgada. Sus ojos también se le iban a sus largas piernas.

     Y esperó. Realmente, esperó a que se acercara a darle un beso, como había hecho en estos días, pero no pasó. Debería recordar que no eran pareja.

     ¿Solo era un amigo que le atraía sexualmente?

     Así que le dijo:

—Buenos días… ¿Vas a ir al trabajo así?

—¿No me veo sexi? —Preguntó Renato, moviendo las cejas de arriba hacia abajo unas tres veces y con una pícara sonrisa, lo que lo hizo reír. —¿No? —Seguía bromeando él.

—Tal vez —quiso bromear también, pero como realmente pensaba que sí, lo dijo rápido, y volteó nuevamente para seguir con las tostadas, a las vez que también se le empezó a incendiar la cara.

—¿Cómo “tal vez"?

     En ese momento, se le había acercado y lo trataba de mirar fijamente.

—Puede ser —corrigió, sin mirarlo todavía, al menos no tan directamente, apenas unas miraditas de reojo.

     Vio que hacía un pucherito y que iba a buscar leche en la heladera.

     Tenía ganas de besarlo. Si no estuviera tan confundido por sus acciones… O si no quisiera que supiera lo que sentía por él… Tal vez.

    El castaño dejó la leche en la mesada y se puso nuevamente al lado de él, mirándolo con el pucherito todavía. Sus ojos se fueron a sus labios.

—¿Cómo querés la leche? —Le preguntó entonces y se despabiló, volviendo a poner sus ojos en los de Renato, que esperaba una respuesta. 

—Caliente —contestó.

—Perfecto. Yo también —concordó Renato, que se dispuso a poner leche en una lecherita y calentarla en la hornalla. —¿Cómo dormiste? ¿Fui muy pesado?

—No. Dormí bien —respondió, empezando a acomodar las tostadas en un plato, sin mirarlo tan directo: siguieron las miradas de reojo, recordando cómo habían dormido la noche anterior y ese “Buenas noches" acompañado de un beso. También vio que Renato tampoco lo miraba a él, tenía la cabeza gacha y sonreía apenas. —¿Vos cómo dormiste?

     El castaño lo miró para responderle:

—Muy bien. Calentito. Y cómodo. —Las mejillas de Renato se volvieron rojas.

     Minutos después, con todo listo en la mesa, se sentaron y empezaron a beber y comer. Mientras, se dedicó a ver su celular porque le habían llegado notificaciones del blog.

***

—En cualquier momento nos matan —dijo entonces Gabriel y lo miró. El rizado miraba su celular. —Los comentarios en la historia. Tenemos que actualizar.

Por un besoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora