—¿Más cerca?
El rizado se acomodó un poco más cerca, su nariz pegada a su nuca, y la frente, en la parte posterior de su cabeza.
Suspiró.
No podía escapar.
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Aquel viernes, había regresado de comprar y de pronto pensó que se había vuelto loco por la idea que había tenido. Llevaba una rosa en la mano con intención de ponerla en el centro de la mesa cuando preparara el almuerzo para Renato y para él. Sabía que era una idea descabellada, pero aún así había comprado la rosa roja.
¿O estaba exagerando? Tal vez Renato ni la notaba.
Ahora, estaba ante la mesa preparada en la cocina, la rosa en un florero y él armándose de valor para colocarlo como centro de mesa.
Colocó el florero en la mesa y sintió que aquello era ridículo. Estaba pensando en una comida romántica para Renato y él. Como si tuvieran algo.
Entonces, escuchó pasos y se apresuró a quitar el florero y a ponerlo en la repisa de la ventanita que daba a la calle.
Renato entró justo a tiempo para alejarse de ahí y sacar del horno la comida: empanadas de jamón y queso.
Dejó la bandeja en la mesada y volteó a mirarlo.
—¿Cómo estás? ¿Pudiste dormir? ¿Ya no estás triste?
—Cuántas preguntas.
Rieron un poco.
—¡Pero estoy bien! —Exclamó—. Y cómo verás, dormí un montón.
—Todo normal.
—Todo normal —Repitió el castaño.
—Te levantaste justo, ya está la comida.
—¿Dejaste el florero con la rosa en la ventana?
—¿Qué?
—Yo creo que —Renato avanzó hasta la ventana— va a quedar mejor acá —agarró el florero con la rosa roja y lo llevó al centro de la mesa. —¿No queda lindo?
—Sí, queda lindo.
Se sonrieron.
En todo el almuerzo se preguntó si él era el único de los dos que veía esa rosa roja en el centro como algo romántico. Él lo sintió así en todo momento, aunque, seguramente, Renato le gustaba como un buen decorado y nada más, no había tenido otras intenciones, ¿o sí?
***
Almorzaron animados, lavaron los utensilios, Gabriel no quería ir al trabajo con los trastos todos sucios. Fueron al baño por turnos y se prepararon para ir a Café y Letras en el auto del rizado. Esta vez, no durmió, sino que puso la radio y, ante cualquier canción movida que pasaban, bailaba en el asiento, cantando o tarareando.
El lugar estaba llenísimo ese día, especialmente, la cafetería, y los tres chicos no daban abasto. Pero en todo aquel tiempo se puso a pensar en algo, así que, cuando vio al rizado tras el mostrador, preparando una bandeja, fue directo hasta allí.***
—Estaba pensando. Podés venir a dormir a casa hoy, ¿no?
Dejó la segunda taza de café en la bandeja y levantó la cabeza hacia Renato, que estaba al otro lado del mostrador.
—¿Querés que vaya a dormir a tu casa? —Un poco ilusionado se sintió. Bueno, un poco no, muy.
—Digo, mañana es el evento, y para no hacer tanto quilombo, e ir desde distintos lugares y que alguno tenga que esperar al otro... A ver si yo llego tarde, ¿no? ¡O si me quedo dormido! Vamos los dos juntos y listo. —Apenas lo miró al decirlo.

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Por un beso
RomanceRenato y Gabriel son mejores amigos desde la secundaria, hasta que un pequeño suceso cambia todo.