Capítulo 20

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    Ya listo, se acomodó para dormir y fue a galería para ver las últimas fotos de Gabriel un poco más, pero vio la que le había sacado cuando despertó y fue a darle clic. 

   Esa era, definitivamente, su foto favorita de Rulitos.

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     Se acomodó en la cama para dormir y se abrió la puerta del cuarto. Miró allí y vio que Renato entraba. Llevaba puesto la ropa que le había prestado. Le gustaba que llevara algo suyo, sentía que los unía más.

      Se incorporó y se sentó, apoyando la espalda contra el cabecero, sin quitar la mirada del castaño, que se le acercaba.

—Vine a darte el beso de las buenas noches.

     Tato se subió a la cama y se sentó a horcajadas sobre él para luego agarrar su cara con las manos y acercarse a besarlo.

     Cuando sus bocas se unieron, él rodeó al castaño de la cintura con los brazos.

     Abrió los ojos de golpe ante el sonido de la alarma. La luz del día entraba por las rendijas de la persiana… Y estaba solo en su cama.

    Hubiera dado cualquier cosa para que ese sueño que había tenido con Renato hubiera sido real.

     Lo que sí había sido real eran los mensajes que se habían enviado la noche anterior, y que había empezado él. Sus mejillas ardieron al recordarlo. ¿Ahora cómo lo vería a la cara?

      Fue la primera vez que él lo hacía, ¡y con Tato!

      Seguro Renato se lo había tomado como lo más normal del mundo, ¿cuántas veces habría hecho eso o algo parecido con alguna chica?, por lo que debería resultarle fácil, pero no estaba siendo ese el caso.

     Por otro lado, No podía evitar alegrarse por lo que habían hecho.

    Era una contradicción andante.

    Se levantó, fue al baño, desayunó, se alistó y fue hacia el trabajo con la mente en Renato y en lo que habían hecho la noche anterior, tampoco olvidaba el sueño.

    Más tarde, salía de su ensimismamiento, recordando que estaba pasando el trapo al piso de la librería. Todavía esos acontecimientos rondaban en su cabeza.

    Pero lo que más aparecía en su mente y lo ponía nervioso eran aquellos mensajes.

     Todavía no sabía cómo mirarlo a la cara.

     Eran las diez menos diez y él era el único que había llegado temprano.

***

      A las diez y cinco bajó del auto y corrió la cuadra que le faltaba para llegar a Café y Letras. Pero se detuvo cuando piso un volante que le llamó la atención. Lo agarró y vio que se trataba de información sobre un evento de Harry Potter, un evento con actividades.

     Eso le gustaría a Gabriel también.

     Se guardó el papel y siguió la corrida.

     No lo conocía mucho, pero no confiaba en Santiago, ya se imaginaba que era un boca floja y le diría al jefe cada vez que llegara tarde.

      Derrapó en la entrada de la cafetería-librería. A través del vidrio podía ver a Gabriel, pasando un trapo a una de las mesas…

      Se sentía caliente.

      Respiró hondo y entró.

—Buenos días, buenos días, buenos días, buenos días…

Por un besoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora