Capítulo 12

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     Pero a él le había gustado. Mucho. Todavía se sentía revolucionado, su corazón latía a un ritmo imposible.

      Quería seguir acariciándolo. Y besarlo. Pero sabía cómo era todo, lo tenía bastante claro: para Renato había sido solo por esa noche.
 
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      Abrió los ojos horas más tarde. Se habían dormido espalda con espalda, pero ahora estaban frente a frente. La luz del día entraba por la rendija de la persiana, que estaba medio abierta.

      Podía ver el rostro de Renato, que dormía. Los labios un poco aplastados y torcidos por apoyarse en la almohada. La boca ligeramente abierta. Las pestañas largas. La nariz redondita y pomposa.

—Sos muy lindo —le susurró. Y rio—. Y gracioso cuando dormís.

    Decidió preparar el desayuno para los dos, así también estaba seguro de que comiera bien.

     Se levantó de la cama, buscó ropa, se dio una ducha rápida y fue hasta la cocina.

***

     Despertó despacito. Unos dedos le tocaban con delicadeza el hombro, Gabriel estaba agachado al lado de la cama. Le costó un poco enfocarlo y además el sueño invadía sus ojos.

—Hola —sonrió el rizado.

      Sintió arder toda la cara y vio cómo de sonrosadas Gabriel tenía las mejillas. Su amigo lo miró, pero luego apartó la mirada.

—Hola —saludó, también escapándosele una sonrisa. —¿Qué hora es?

     De pronto, estaba nervioso. ¿Desde cuándo se ponía nervioso después de tener sexo con alguien?

     Bueno, era su amigo, ese podía ser el motivo…

     Realmente, había tenido sexo con su mejor amigo.

     No habían llegado cierto extremo, pero eso no quería decir que no había sido mucho lo que había pasado entre los dos. Lo que habían hecho. 

—¿Cómo estás? —Le preguntó Gabriel.

    Se incorporó en la cama y se sentó. Se frotó los ojos.

    Dios, su corazón, ¿por qué no dejaba de correr tan rápido?, se decía en su interior.

—Bien… ¿Vos?

     Rulos se puso de pie.

—Muy bien —le respondió, y largaron una pequeña risita—. Traje el desayuno —continuó, agarrando la bandeja del piso y poniéndose de pie.

     ¿Desayuno? Nunca le había hecho el desayuno y se lo había llevado a la cama.

    Vio que Gabriel iba al otro lado de la cama, apoyaba la bandeja ahí y se sentaba, con el desayuno entre los dos.

—Gracias —le dijo, agarrando una tostada untada con mermelada.

—Sobre lo que pasó… —La voz del rizado se fue apagando, le sonó rara, debía estar nervioso, igual que él. Y no era para menos.

—Creo que no hay mucho que decir…  —le respondió. Hablarlo tal vez complicaba todo. Habían tenido un encuentro sexual, la habían pasado bien, al menos creía que Gabriel la había pasado bien también, si hacían aún más escándalo por eso, se iba a poner más nervioso y todo se iba a volver más incómodo de lo que sentía que se había vuelto.

—Solo… —Gabriel le dio la espalda—. ¿Te gustó?

     Tragó saliva. Su mirada en la espalda cubierta con remera del rizado. No había por qué mentir.

Por un besoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora