—Me enteré que te gusta Harry Potter y hay un evento, ¿querés venir conmigo el sábado?, ya compré las entradas... —decía la voz de Santiago.Sintió algo apretarse en su interior…
—Si es que con Renato no hay nada…
Aquel algo se apretó más fuerte.
—Sí, me gustaría ir… —dijo la voz de Gabriel.
Sintió las lágrimas subir desde su garganta y salió de ahí.
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Entró al cuartito y lo primero que hizo fue agarrar las entradas del bolsillo, partirlas en dos y tirarlas al tacho de basura mientras las lágrimas recorrían su rostro a borbotones.
Después, se secó las lágrimas con el abrigo, y tratando de retener otras, empezó a sacarse su pequeño bolsito de tela y la campera para ponerse el delantal.
No sabía qué le dolía más.
Que la sorpresa se fuera al tacho porque Gabriel quería ir con Santiago.
Que Gabriel quisiera ir con Santiago.
Que no irían juntos él y Gabriel al evento.
O ese: “Si es que con Renato no hay nada…”
Se abrió la puerta y levantó la cabeza automáticamente, justo cuando se le escapaba una lágrima. Gabriel entraba con una sonrisa.
Estaba contento. Eso era lo único que importaba.
—¿Qué pasa? Estás llorando. —Gabriel dijo mientras con un dedo le quitaba la lágrima que acababa de caer de su ojos. Su sonrisa había desaparecido.
En ese instante, lo miró a esos verdes, que también lo miraban, y sintió que el mundo se detenía. Reaccionó segundos después.
—¿Qué? ¡Ah, no! Pasa que largué el bostezo del siglo.
Gabriel se lo quedó mirando. Parecía que no le creía y que intentaba averiguarlo tan solo mirándolo a los ojos, atravesándolo con esos verdes.
—De verdad, no doy más del sueño... —Trató de reír. —Y tu sorpresa me la olvidé, perdón. Soy un colgado.
—Está bien.
—Estás contento, por lo que veo. —Cuando entró al cuartito y antes de que lo viera mejor, eso parecía.
—Sí, bueno…
Pero Gabriel se interrumpió, no siguió la frase. ¿No iría a contarle?
—Me puse torcido esta cosa. ¿Vamos a trabajar? Seguro ya entró gente.
Y entonces, salió del cuartito, intentando tragarse las lágrimas. Si no salía de allí rápido, estas volverían a caer y ya no sabría qué decirle al rizado.
Gabriel estaba bien y contento. Eso era lo importante, seguía pensando.
Pero si Santiago le llegaba a hacer algo malo…
Rulos salió del cuartito y se miraron. Le sonrió para hacerle ver que todo estaba bien y el otro le devolvió la sonrisa.
Tan lindo.
Otra vez el mundo se había detenido.
Había creído que el trabajo iría a distraerlo, pero no dejaba de pensar en Gabriel, ni de mirarlo todo el tiempo.

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Por un beso
RomansaRenato y Gabriel son mejores amigos desde la secundaria, hasta que un pequeño suceso cambia todo.