Capítulo 13

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—¡Disculpen!, ¿puede alguien venir un segundo? —gritó un muchacho en una de las mesas.

    Aquello los despabiló y se separaron. Gabriel dejó de agarrar su mano y de pronto se sintió raro. Sentía que extrañaba ese contacto.

---

   El celular siguió sonando y se puso a pensar que no podía seguir ignorando a Conejita.

Renato: Me encanta

    Le respondió. La respuesta fue rápida.

Conejita: Ahora quiero que me envíes una vos

    Suspiró.

Renato: Vas a tener que esperar porque estoy en el trabajo

Conejita: No aguanto hasta la noche

   Miró alrededor, parecía ir todo tranquilo: las personas estaban sentadas a las mesas, hablando, estudiando otras, y Gabriel atendía a quienes los habían llamado. Se dirigió sin más miramientos y corriendo hasta el baño de los empleados.

***

    Terminó de atender a la mesa y vio entrar a Santiago y a Cristián, los que los reemplazaban, por lo que encontró adecuado el momento para prepararse e irse.

    Entró al cuartito y se sacó el delantal. Lo hizo un bollo y lo quiso meter en la bolsa, hasta que vio el libro, que agarró para acomodar mejor las fotos que estaban entre las páginas.

    Esa mañana, cuando Renato había llegado, no estaba leyendo nada. Se había quedado mirando una foto de la cara de Renato y otra foto de los dos juntos, vestidos con conjuntos deportivos.

     Recordaba que su amigo, en los tiempos de la escuela, muchas veces le había insistido para jugar algún partidito de fútbol en los recreos, pero como se negaba porque nunca había jugado y no sabía, Renato lo había convencido para que lo hicieran los dos en algún parque. El primer día se habían sacado esa foto: estaban uno al lado del otro, con Renato rodeando sus hombros con un brazo. Él sostenía la pelota delante de su cuerpo. Se la había sacado la mamá de Renato, Valeria.

     Guardó el delantal, finalmente, y se puso desodorante. Cuando salió del cuartito, seguía sin ver al castaño.

     Fue en dirección del baño, a un lado del mostrador, en el fondo, y golpeó la puerta.

—Tato, ¿estás ahí? Ya vinieron los chicos, podemos irnos.

—¡Ya voy! ¡Ya estoy! —Gritó Renato del otro lado y abriendo la puerta tan abruptamente que tuvo que retirarse para atrás.

    Ya se había sacado el delantal y tenía la remera mal acomodada.

—¿Qué hacías? —rio.

—Emmm… Me saqué unas fotos…

—¿Para? —Pero de repente pensó: “Una chica"—. Ah, ya sé.

     El castaño fue a saludar a los hermanos, que estaban hablando tras el mostrador y después fue al cuartito.  Lo siguió con la mirada mientras sentía su corazón como rasgándose. 

      Quedó esperando a Renato al lado del mostrador, con la bolsa a sus pies, y entonces, la vio. ¿Le estaría mandando  ella? ¿Otra vez había caído?

***


    Salió del cuarto unos cinco minutos después y quiso que la tierra se lo tragara. En una mesa estaba sentada Fiorella, que al verlo, lo saludó con la mano. Se apresuró a ir donde estaba Gabriel.

Por un besoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora