Capítulo 39

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     Se apretó más contra Gabriel, su mejilla pegada a su cabeza, pecho contra pecho.

     Y lo dejó ir.

     Dejó ir ese miedo.

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—Más… —suspiró Gabriel y eso fue para él la señal.

       La señal para aumentar la velocidad de sus movimientos. Llegar a lo profundo y tocar ese punto dentro de Gabriel con fuerza, con estocadas cortas y rápidas. Los gemidos se hicieron más seguidos, él sintió sudar sobre su frente. Las manos de Gabriel se posaron en su trasero y eso le dio el incentivo para dar más.

     El ex rizado cerraba los ojos, echaba la cabeza hacia atrás,  y largaba sonidos por su boca. Dios. Cada vez le parecía más bello.

    Cuando Gabriel se empezó a tocar a sí mismo, él puso una mano sobre la suya para ayudarlo en sus movimientos en su miembro. Todo en aquella habitación estalló. 

***

    El agua tibia de la ducha recorría sus cuerpos. Al igual que las manos de Renato recorrían su desnudez.

    Él se había bañado ya antes de que llegara Renato, pero el castaño prácticamente lo había obligado a que se bañaran juntos: lo había mirado con sus ojitos marrones y un pucherito, también estaba desnudo y no había dejado de pasearse delante de él de esa manera. Y bueno, le había funcionado, aunque estaban haciendo de todo: besándose, tocándose varias partes del cuerpo, menos bañándose.

    Renato le estaba dando unos besitos en el hombro y cuello, mientras sus  manos lo acariciaban por toda la espalda, cuando el agua se volvió fría, por lo que tuvo que pasarle el jabón a las apuradas. Salieron del agua temblando. Tuvieron que secarse también a las apuradas, con algunas risitas que se le escapaban de la boca.

    Se secaron los pies y corrieron hasta la habitación, totalmente desnudos. Él de inmediato se puso el bóxer que había dejado sobre la cama, pero Renato corrió al armario para abrirlo y chusmear en él, todavía sin nada de ropa.

    La ventana estaba abierta de par en par y el día iluminaba lo suficiente para no encender la luz. El sol brillaba tras algunas nubes blancas. Miró al castaño, que hurgaba entre su ropa. Intentó concentrarse solo en su rostro, aunque le era muy difícil.

     Entonces, volteó a mirarlo con una sonrisa.

—La historia ya tiene más de mil leídas y como doscientos comentarios. Me tenés que prestar ropa.

    Era verdad. Para su sorpresa, la historia que había publicado Renato, una reciente, le estaba gustando a mucha gente. Y eso que no hacía mucho que la había publicado. 

     Renato atrapaba su lengua entre sus dientes sin dejar de sonreír ni mirarlo. La picardía invadiéndolo.

—Está bien. —El castaño sonrió muy grande y giró nuevamente para seguir revisando su placard. —Pero no desordenes much… —Renato sacó una remera azul y la tiró al aire, cayendo en su cabeza, donde quedó, cubriendo su cara.

    Rio y la agarró. Era una remera azul de manga larga con un rayo en el frente. Se la había regalado Renato en su cumpleaños de ese año. Se la puso inmediatamente.

     Después, se acercó a Renato y se puso al lado de él. El armario era lo suficientemente grande para que los dos pudieran chusmear dentro. Encontró un pantalón liviano y se lo puso. Sus ojos se iban al cuerpo desnudo del castaño, pero trataba de disimularlo.

Por un besoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora