Bajó del cuerpo de Gisela y se puso boca arriba, largando un resoplido. Empezó a pasar su mano por el muslo desnudo de la mujer, que miraba el techo con una sonrisa resplandeciente.—Eso fue… Wow… —expresó la pelirroja.
—Sí, estuvo muy bueno.
—Otro día repetimos.
—No, ya hablamos…
La mujer agarró la mano que él tenía en su muslo y la llevó a su parte íntima, lo que lo hizo callar abruptamente. El chico no se resistió, la miró y sonrió. Ella cerraba los ojos, largando suaves gemidos que indicaba que estaba disfrutando del toque de sus dedos.
Después de otros minutos más de pasión desenfrenada, acostado al lado de la pelirroja, se fijó la hora en su reloj de pulsera. Si seguía ahí, llegaría tarde y su mejor amigo lo iba a matar. Gabriel siempre tan puntual, y él, un desastre.
Gabriel, siempre tan responsable.
Y él siempre tan despreocupado.
Muchos no entendían cómo eran mejores amigos.
—Bueno, me tengo que ir.
—¿Ya?
—Tengo cosas que hacer.
También tenía que hablar con una chica que había conocido hacía unos días.
Se sentó al borde de la cama y se quitó el preservativo para luego tirarlo en el tacho que estaba al lado del mueble, con, mayormente, artículos de librería y papeles que ya no servían. Agarró su ropa y quiso ir al baño a prepararse. Mientras, una voz de hombre se escuchó viniendo desde la sala:
—¡Amor! ¿Ya comiste? ¿Ya estás dormida?
Se quedó petrificado a medio camino de la puerta de la habitación.
—¡Mi marido! —Se asustó Gisela.
—¿Qué? —Volteó a mirar a la chica.
—¡No pensé que llegaría tan temprano!
—¿Por qué no me dijiste que estabas casada? No me meto con mujeres que estén en una relación.
—No pensé que te importara. Me gustaste, yo te gusté, se dio… Tampoco vos me preguntaste… Che, que no es para tanto. ¡Escóndete, que ahí viene!
Pasos se acercaban desde el otro lado de la puerta.
Todavía completamente desnudo, con su ropa en la mano, corrió a tirarse en el piso a un lado de la cama. Una zapatilla resbaló de su mano. Gisela la agarró y se la tiró (le dio en la cabeza y se frotó el lugar del golpe, que le quedó doliendo).
La puerta se abrió justo cuando Gisela volvía a acostarse, como Dios la había traído al mundo.
Trató de espiar un poquito, asomándose por el borde. De esta manera, logró ver que la mujer corría a abrazar a su esposo cuando este entró. Lo llenaba de dulces palabras y cariño. Volvió a agacharse rápidamente, sintiéndose mal por el hombre.
—Pero qué buen recibimiento. —Una voz gruesa dijo.
Los ojos del castaño volvieron a asomarse por el borde de la cama. Gisela se había alejado del abrazo y ahora el hombre estaba perfectamente visible: se trataba de un armatoste. Si lo veía, lo mataba, y no tenía por dónde escapar.
—Traje para comer… Pero podemos esperar.
—No, no, amor, tengo hambre. Vamos a la cocina.
Hubo un revuelo porque la chica se estaba vistiendo. Después, la luz se apagó y se escuchó el sonido de la puerta al cerrarse.
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Por un beso
RomansRenato y Gabriel son mejores amigos desde la secundaria, hasta que un pequeño suceso cambia todo.