Capítulo 43

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—Tengo ganas de besarte. Siempre tengo ganas de besarte.

   Y eso hizo. Él cerró los ojos y después de sentir que los labios de Renato dejaron los suyos, sintió los dedos del chico acariciando su rostro. Él disfrutaba, con los ojos cerrados. Entonces, recibió otro beso en la boca…

—¿Gabriel? ¿Renato?


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    Dejaron de besarse para mirar hacia aquella voz, que reconoció apenas habló.

—Lean…

    Su hermano estaba al otro lado del mostrador, mirándolos de uno a otro, con la boca ligeramente abierta. Claramente, sorprendido.

    Él estaba igual. ¿Qué hacía su hermano ahí?

—Vine a hablar con vos.

    Su hermano había ido por él, la ilusión había empezado a crecer. Pero a la vez tenía miedo. Hacía tiempo que no hablaban, hacía tiempo que no se veían, y no entendía a qué había ido, de qué quería hablar.

—Yo los dejo —ofreció Renato y estaba por irse, pero él lo agarró de la mano y lo retuvo.

—Quédate —le susurró. 

—Va a estar todo bien y voy a estar cerca por cualquier cosa.

    Asintió con la cabeza y se acercó a darle un besito en los labios a Renato al tiempo que lo soltaba. Entonces, esta vez sí logró irse.

—Hola —saludó Lean.

—Hola —respondió él—. ¿Qué querés decirme?

—Voy a ser papá. Vas a ser tío.

     Algo en su interior se infló, a la vez que sintió algo de alivio. Sonrió.

—Felicidades.

—Gracias. Está de tres meses. Sos el primero en saber, de mi parte. Quería decírtelo personalmente. Tengo la sensación de que no querés contestarme el teléfono... y quería decírtelo en persona.

—¿Qué? ¿Por qué pensabas eso?

—Ni siquiera venís a las cenas familiares, Gabriel. ¿Qué querés que crea?

—Porque ustedes no me invitan. Siempre me entero por sus publicaciones en TuRedSocial.

—¿Eh? Papá y mamá me dijeron que te decían, pero que vos tenías siempre otras cosas más importante que hacer.

    Se le estrujó algo en el pecho.

—¿No es así? —Preguntó Lean con sorpresa.

—Ellos nunca me dijeron nada.

—No lo puedo creer... No es que no te crea, es que no concibo que papá y mamá hagan eso… —Él lo entendía, porque también le pasaba así. —Hablando de los viejos, creo que a ellos no les va a gustar… Vos y Renato…

—Nunca les gusté como soy. Me voy a acostumbrar —Lo sentía de verdad, pero la voz le temblaba, tenía una opresión horrible en el estómago y sus ojos se habían llenado de lágrimas. —Nada ni nadie me va a hacer echarme atrás de lo que siento por Tato.

    Lean se lo quedó mirando en silencio, asintiendo con la cabeza.

—¿Son novios? —Preguntó su hermano segundos después.

   No lo eran, pero estaba juntando valor para proponérselo al día siguiente, en la cita. Tenía miedo de cómo iría a reaccionar si le pedía tal cosa. ¿Si no quería? ¿Si se volvía alejar?

Por un besoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora