Capítulo 14

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—El niño que sobrevivió —Empezó a leer. Entendió por qué lo hacía y cerró los ojos. —El señor y la señora Dursley, del número cuatro de Privet Drive, estaban orgullosos de decir…

     Se dejó envolver por la voz de Gabriel mientras entraba poco a poco en la bruma del sueño.

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     Estaba acostado sobre la cama de Gabriel, solo en bóxer, y sus muñecas se encontraban atadas a los barrotes del cabecero.

    Gabriel estaba con él, mirándolo con una sonrisa sexi… También vestía solo bóxer, con esos rojos que se había comprado y que le parecía que le quedaban a la perfección.

     El rizado estaba a los pies de la cama, parado, con sus verdes en sus marrones, hasta que empezó a moverse en cuatro patas por la cama, dirigiéndose a él…

—Bésame, tócame, Gabo, por favor…—rogó.

    El primero en despertar esta vez fue él. Abrió los ojos de golpe y se quedó quieto, bastante aturdido mientras el sueño no se iba de su mente, y tampoco de su cuerpo. Su corazón latía con intensidad y su parte íntima también parecía alterada por aquellas imágenes.

     Dio media vuelta en la cama y vio a Gabriel dándole la espalda y bien tapado. La luz de la lámpara seguía prendida y tuvo la sensación de que su amigo se había dormido mientras leía.

     Se quedó viendo su mata de rulos unos instantes. Acercó su mano y rozó con sus dedo un rulito, delineando su forma.

     Sonrió, salió de la cama y se tocó la frente. No tenía idea de cómo saber si tenía fiebre, por lo que tocarse fue en vano. Ardía un poco, pero algo le decía que no era por eso.

     Se puso de pie y fue en dirección del baño. En el camino vio el libro de Harry Potter tirado en el suelo a un lado de la cama. No dudó en agarrarlo y ponerlo en la mesita de luz. De paso apagó la lámpara.

      En el baño, solo, pudo liberar tensiones con su mano en su miembro.

       Todo se estaba yendo de control, pensó.

      Hizo sus necesidades, se lavó los dientes con el cepillo que había dejado un día y volvió a la habitación. Gabriel seguía durmiendo, pero no quería despertarlo todavía. Estaba demasiado tranquilo, necesitaba descansar, era el que menos dormía de los dos.

       Se vistió con la idea de hacer el desayuno y después despertarlo, así descansaba un rato más.

      Agarró su celular de la mesita de luz y se fijó la hora. Quería saber a cuánta velocidad debería moverse:

     ¡Las nueve de la mañana! ¡El trabajo!

—¡La conferencia de Dios! —Soltó—. ¡Gabo! ¡Gabo!

     Rodeó la cama y se agachó ante Gabriel, que dormía con la boca un poquito abierta.

     Sonrió ante la imagen y quedó mirándolo hasta que segundos después se acordó de por qué tenía que despertarlo.

—¡Gabo, Gabo, Gabo! —Lo llamaba mientras lo sacudía por el hombro.

    El otro pegó un saltito mientras abría los ojos y exclamaba un: ¡QUÉ!.

     Y luego se lo quedaba mirando.

     Unos rulitos le caían en la frente y tenía los ojos abiertos grandes y brillosos. Su mirada era de desconcierto y un poco de susto. Se veía tierno. Y lindo. Sintió que no podía apartar la mirada… hasta que se le ocurrió:

Por un besoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora