Capítulo 29

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    Segundos después, se apartó del beso y Rulos abrió los ojos. Mientras sus miradas se atravesaban, Gabriel buscó su mano, la que estaba apoyada en la cama entre ellos y entrelazó sus dedos con los de él. Y sin decir nada, se acostó otra vez. La frente del rizado chocaba contra su hombro y él inclinó la cabeza hasta que tocó la del otro.

     Segundos más tarde, Gabriel se dormía y él cerró los ojos.

—El que te deja ir es un tonto —dijo al aire.

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       Abrió los ojos y lo que le dijo Carolina aterrizó en su cabeza. Pero también el beso que se dio con Renato y la imagen de los dos agarrados de la mano. Se sorprendió de lo fácil que le había resultado.

      Todavía seguía cerquita de Renato, con un brazo sobre el torso del chico, su frente pegada a su costado y el brazo del castaño rodeándole los hombros. A media madrugada se habían despertado, todavía con las manos juntas, pero ya más flojo el agarre. Se habían quitado la capa, metido entre las sábanas, apagado la luz y se habían acomodado mejor para dormir.

     Esta vez, había sido él quien se había acurrucado en el pecho del otro. La oscuridad del cuarto había hecho que le fuera fácil acercarse a él. Renato había abierto los brazos y lo había dejado entrar, y él se dejó envolver. El castaño había empezado a hacerle caricias en la cabeza, y le daba algún que otro beso, mientras se relajaba y se abandonaba al sueño.

        Sonrió. Su mano entrelazada con la suya había sido una sensación hermosa, como también la boca del castaño atrapando sus labios. Deslizó con suavidad sus dedos en los labios, recordando cada beso, pero especialmente el de anoche. Su sonrisa no desaparecía.

     Se incorporó en la cama y prendió la lámpara. Se quedó sentado y apoyado en el cabecero y miró a Tato, que seguía durmiendo. Le dio daba la espalda al sentirse liberado.

    Le acarició un poco el pelo, alisándoselo detrás de una oreja.

—Tato… —susurró—. Siempre haciéndome sentir bien vos.

     Ligeros soniditos salieron de la boca del castaño y rio.

—Qué manera de dormir, eh. —Dijo un poco más alto que un susurro, y se tapó la boca con la mano que no acariciaba la cabeza de Renato, pero un ronquido fuerte le indicó que seguía en sus sueños. Esperaba que estuviera soñando algo lindo. —¿Estarás soñando? ¿Qué estarás soñando? —Él seguía hablando y Renato de lo más tranquilo, todavía dormido. —Espero estés soñando cosas lindas… Estabas muy lindo en la cena de la madrugada.

—¿¡En serio!? —Renato dio la vuelta bruscamente para mirarlo, con una sonrisa enorme en su rostro. Él se asustó, se echó para atrás y se golpeó la cabeza contra la pared—. ¿Creés que estaba lindo?

      Se llevó la mano al golpe y se frotó el lugar.

—¿Te golpeaste?

     Renato se arrastró más cerca de él y llevó una mano a la parte golpeada de su cabeza, sobándole suavecito. Sus verdes se encontraron con los cafés del castaño, mientras él seguía acariciándole la cabeza, esta vez, su mano acercándose a su frente.

—¿Te lastimaste mucho? ¿Te duele?

—No —Su voz salió atragantada por la cercanía del chico y esa mano que lo tocaba y lo relajaba.

      Entonces, le corrió un rulo de la frente.

—Rulitos…

    Se le escapó una sonrisa, que el castaño le correspondió, pero luego recordó:

Por un besoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora