Capítulo 31

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—¡Gabo! ¿Santiago va a tu casa?
    Vio lo rojo que se había puesto.

—Sí…Ehhh, vamos a tomar algo, solamente. Solo eso.

—Ah, está bien —intentó que sonara normal—. Chau —repitió y arrancó el auto.

---


      Entró a su casa y se dispuso a poner el delantal a lavar. Se había olvidado de eso el fin de semana. Por suerte, habría un delantal sin usar en el trabajo si no se secaba a tiempo.

    Trataba de que su mente no divagara en Gabriel y Santiago.

    Le era tan difícil.

    Pasado el tiempo, estaba tirado en el sillón, jugando con la almohada, pensando en Rulitos, cuando le sonó el celular.

    ¡Gabriel!

    No, no podía ser él, estaba con Santiago, haciendo vayan a saber qué.

     Era un audio de Azul. Él le había enviado un audio antes durante el camino a su casa, en un semáforo en rojo. Le había dicho que necesitaba hablar con ella.

    ¿Qué pasó? ¿Estás bien? Necesito saber cómo van las cosas con Gabriel.

     Le respondió, escribiendo:

Renato: Pésimo

Conejita: Por qué?? Qué pasó??
Se nota que estabas llorando en el audio
Así que es por Gabriel

Renato: Necesito hablar
Podés venir a casa?

***

     Estaban fijándose en toda su ropa. Más Santiago que él, que estaba sentado en la cama y no prestaba atención ni a Santiago ni al armario abierto. Su mente divagaba en Renato, Renato y Renato. 

    El rubio, parado ante el armario abierto, miraba su vestimenta y no decía nada. Solo agarraba una prenda, la observaba y, según su criterio, hacía dos pilas con ella, sobre la cama.

     Había un silencio sepulcral, ninguno hablaba. Su cabeza estaba en otra, por lo que dejó que hiciera lo que estaba haciendo sin protestar.

     Su mente estaba en Renato. Tenía la sensación de que estaba pensando cualquier cosa y esa sensación no se la podía sacar de la cabeza.

     Agarró la mochila que tenía al lado y sacó el delantal, al que se le había caído un poco de café. Había estado tan distraído ese día, pensando en las palabras de Carolina, que, en un momento, había llenado de más una taza y al agarrarla había hecho un desastre.

     Entonces, vio algo nuevo. Dos tabletas de su chocolate preferido, con un papel pegado en una de ellas, lo leyó:

     “Te debía la sorpresa”

     Renato.

     Sonrió.

     Qué lindo detalle.

     Pero la nota seguía y continuó leyendo:

     “Pásalo lindo con Santiago.”

    Suspiró. Aquella sensación había resultado cierta.

    Otra vez había pensado…

    Miró al rubio, que, en ese instante, estaba concentrado en una camisa de manga corta, negra. Pero pareció haberse dado cuenta de que, de pronto, lo miraba porque clavó sus ojos en él.

Por un besoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora