Capítulo 5

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     Esta vez, Rulitos clavó sus ojos en los suyos, parecían más iluminados. Se sonrieron al mismo tiempo, hasta que recordó:

—Y varios días más tarde ocurrió la catástrofe…

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     Él no solo se la pasaba leyendo, también tenía un cuaderno y escribía historias de fantasía. Poco a poco, iba encontrando su estilo.

     Llevaba el cuaderno a clases todos los días, por si le llegaba su momento de inspiración. Pero se la pasaba leyendo en el aula o en el pasillo con la compañía de Renato.

    Se acompañaban mutuamente en el silencio de la lectura, silencio solo interrumpido por algunas expresiones que Renato largaba ante ciertas escenas.  No quería decirle, pero se sentía lindo cuando su compañero largaba “¡No!” , “Aaah" y demás reacciones por lo que estaba leyendo.

     Un día fue directamente al baño y dejó todas sus pertenencias en la mochila, que quedó en el aula, como siempre. Tato se había comprometido a jugar en ese recreo a la pelota con otros compañeros en el patio. Le había dicho de jugar, pero él se había negado.

    Después de salir del baño, fue al aula decidido a leer ahí porque estaba vacía. Agarró el libro de la mochila y notó algo raro en el cuaderno. Hojas sobresalían del objeto. Lo agarró, asustado, y vio cómo le habían arrancado varias hojas.

     Los ojos empezaron a llenarse de lágrimas mientras la desesperación hacía mella en él.  Guardó todo como estaba algo bruscamente y se sentó en su asiento.

     No sabía cuándo le habían sacado las hojas. Podría haber sido cualquier día y él ni cuenta se había dado, porque solo se había centrado en las clases y los libros y no había tocado el cuaderno para nada.

    No le dieron ganas de leer, por lo que se quedó ahí, tratando de no llorar para que no lo vieran. Pero su interior se apretaba y algunas lágrimas caían.
  

      Esa noche había terminado de leer una historia de fantasía con viajes en el tiempo, hechizos y pociones. Era una historia que había encontrado en el tacho de basura del colegio.

    El día anterior había paseado por el pasillo para ir al baño y encontró un papel rasgado de cuaderno tirado en el piso junto al tacho. Lo agarró para arrojarlo, pero antes leyó por simple curiosidad. Era un cuento. Entonces, miró el interior del tacho y vio que había más. Agarró las hojas y notó que eran las partes que le faltaban a la que había leído. Guardó todo en el bolsillo del pantalón y siguió su camino.

     Ahora estaba en su cuarto, sentado ante el escritorio, después de haber leído la historia muy enganchado. El chico protagonista era muy parecido a él en el físico y no pudo evitar imaginarse a sí mismo mientras avanzaba en la lectura.

     Luego, no se había contenido y había dibujado su parte favorita. El chico tomaba una poción y empezaba a transformarse en un gato negro. La transformación era realmente dolorosa y dibujó a la perfección la mueca de dolor y cada parte de la escena.

    Al día siguiente, se llevó todo para volver a leer la historia y ver qué otra escena podía dibujar. Esa vez dejó a Gabriel solo en el pasillo, leyendo, y él se quedó en el aula.

     Notó raro la ausencia de Renato. Casi esperaba que el chico se sentara con él a leer, pero aquello no había pasado, otra vez. Seguro ya se había cansado.

    Se puso de pie unos minutos antes de que tocara el timbre para tener tiempo de ir al baño tranquilo, y después fue al aula, donde encontró a Renato, sentado en su asiento con unas hojas rasgadas, dobladas y extrañamente familiares.

Por un besoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora