Mi primer día de clases en la universidad fue tan maravilloso que me hizo pensar que un día mi conocimiento sería de mucha ayuda en la sociedad. Estaba ansiosa de que ese día llegara. Ese sentimiento no desapareció con el paso de los semestres y así llegó la graduación, hasta que un día la empresa Astaron me dio la oportunidad de demostrar realmente mi valor. Bueno, esto no era lo que tenía en mente cuando me refería a ser útil.
¿Por qué estoy lavando los platos en la empresa?
Cuando llegué, tenía una imagen impresionante sobre nuestro jefe: Daniel Acevedo. Es como de mi edad, atractivo y con una mente brillante. Un estratega por naturaleza. Es conocido en las revistas locales por ser el hombre capaz de cerrar tratos que parecían imposibles. Capaz de convencer hasta la roca mas dura, Daniel puede hacer que cualquier inversionista cambie de opinión. Tal vez sea la magia de su buen parecido con su cabello castaño y ojos tan profundos como el cielo, pensé que su físico le ayudaba a tener buenos puntos con las mujeres inversionistas y eso le daba alguna clase de ventaja sobre sus contrincantes.
Hasta que me di cuenta de que Daniel Acevedo odiaba a las mujeres con cerebro.
En la empresa la mayoría de las chicas fuimos enviadas hacia la oscura área de informática. Extraño, porque creerías que alguien machista pensaría que ese es un lugar para hombres. Tal vez es porque en ese sitio las cortinas están abajo todo el tiempo, evitando que la luz del sol entre por las ventanas. Allí me encontraba yo junto con mi mejor amiga Valeria, y otras chicas como Carolina, Aura, Luz, Stella, Sofía y varias más. Los únicos hombres allí eran Santiago -el jefe del área de informática- y Cruz, su asistente. Luz y Stella debían sentirse reprimidas en un cuarto tan oscuro, considerando que sus nombres estaban relacionados con el sol.
El jefecito no sabe cual es mi nombre pero ya lo tengo en la mira. Yo voy a ser su perdición.
Se me han ocurrido muchas ideas maravillosas que podrían mejorar el ambiente en el área de informática y de la empresa en general, haciendo que la productividad aumente. Si hay empleados felices se hará un trabajo mas efectivo. No tengo idea de cómo es la vida de los hombres en este lugar, pero sé que las mujeres lo pasamos bastante mal. Nosotras también tenemos grandes habilidades. Por ejemplo, Valeria es una adicta innata a los videojuegos -en especial a League of Legends, pecado del que yo a veces también me declaro culpable-, Aura es una gran decoradora de interiores y Sofía es experta en mercadotecnia, tanto que tiene una maestría. ¿Yo? Orgullosamente diré que soy la mejor de mi grupo en el área de informática. Me encanta la tecnología y la seguridad informática es mi especialidad.
Todas tenemos habilidades útiles y grandes ideas que podrían cambiar enormemente el funcionamiento de la empresa. Aunque algunas habilidades no sean tan útiles como otras, todo sería mejor si nosotras también pudiéramos dar nuestra opinión.
—Ya no llores Lorena —me dice Valeria, alzando un plato sobre su cabeza —. Sabes que el jefe es poco flexible.
—Sí, ¡pero este no es nuestro trabajo! —me ofusco. Creo que podría lavar este plato con mis lágrimas—. Ni siquiera me quiso escuchar.
—Ya lo conoces. Es el señor "nunca escucharé las opiniones de una mujer"—Valeria rueda los ojos.
Estúpido y sensual jefe. Limpio el plato entre mis manos con tanta fuerza que casi podría atravesarlo con la esponjilla. Estúpido jefe, estúpido jefe, estúpido jefe...
—Es una lástima que un tipo tan guapo sea tan cerrado—suspira Valeria.
—¡Oye! Sé mas discreta—miro hacia los lados. No quiero que el chismoso de Carlos esté por ahí y nos delate— ¿Quieres que nos pongan a lavar los platos de mañana también?
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Lorena contra el jefe
Short StoryLorena es una oficinista del área de informática que es feliz en su trabajo, pero ella al igual que muchas de sus compañeras tiene un inconveniente: Los hombres de ese lugar tienen el pensamiento de la época de las cavernas, donde las mujeres no ten...