Capítulo 23

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Daniel


¿Hasta donde hemos llegado? ¿Qué estamos haciendo? Ni siquiera sé que estoy haciendo yo, no me reconozco a mí mismo. Siempre me enorgullecí de ser justo e imparcial, era la imagen que tuve de mí mismo durante mucho tiempo pero ya no se quien soy. Con Lorena me siento bien, nos divertimos y por un momento me olvido de la imagen de presidente recto que siempre tiene la razón. Obtuve esa imagen pero a cambio olvidé todo lo que me gustaba en mi pasado, y de alguna forma ella ha logrado recordarmelo.

A lo mejor lo que estoy haciendo dejó de estar bien desde hace mucho, pero no soy capaz de parar. A pesar de que ahora tengo a Lorena: ella es linda, inteligente, vivaz y me hace sonreír. En muchas ocasiones me siento mejor con ella que con muchos de mis amigos. Durante algunos fines de semana no puedo evitar preguntarme que estará haciendo. ¿Pensará en mí? ¿Seré importante para ella? Me pregunto donde vive, incluso he estado tentado de mirar su expediente para averiguarlo. Si quisiera invitarla a salir, ¿sería muy atrevido de mi parte? No hemos pasado tiempo juntos fuera del que compartimos durante los retos y dentro de la empresa.

Hernández siempre tiene razón y creo que ahora lo admiro más que antes, sobre todo porque su aparición, además de alegrarme la vida me permitió conocer mas a esa mujercita que tengo como secretaria, y que está comenzando a despertarme cosas que me fascinan y aterran en partes iguales.

Pero la realidad es que las mujeres no tienen voz aquí y por ahora no estoy planteando una forma de cambiar eso. Eso es una cosa, pero que eso se convierta en odio es otra, tanto al punto de que Juan David haya intentado agredir a Lorena. Se enojó tanto porque lo ignoraba al punto de que trató de empujarla a un lado contra el suelo para que yo no la agarrara. No lo entiendo, él mismo me había recriminado por la forma en la que estábamos haciendo las cosas. 

Todo está de cabeza.

—Daniel, tenemos que hablar.

Juan David entra a mi oficina con un ejército de hombres siguiéndole las espaldas. Esto es nuevo.

—¿Hablar de qué?

—Tienes que reemplazar a las mujeres de informática por hombres que sepan lo que hacen—dice Juan David, mientras los otros hombres asienten a su alrededor—. Incluso las secretarias, hay pasantes que podrían desempeñarse mucho mejor.

Alzo una ceja. No puedo despedirlas porque sí, además de que no quiero. A lo mejor antes si habría querido, pero ya no estoy seguro.

—Sabes que eso es ilegal.

—Eso no importa, hombre. Nadie le presta atención a esa estúpida ley —dice Santiago, sentándose en frente de mí—. Con unos buenos abogados lo solucionamos.

—Tenemos mucho renombre—apoya John—. Somos una empresa con mucho peso, sabes que una pequeña demanda no nos tumbaría.

Es probable que no, incluso si todas las mujeres de la empresa se juntaran para poner una demanda contra la empresa, lo mas seguro es que no lograran nada. Pero no es eso, ¿por qué debería despedirlas? Solo están enojados. Y no quiero que Lorena se vaya.

—¿Y por qué tendría que hacer eso? —me cruzo de brazos.

Se miran entre ellos.

—Porque son ineficientes, y para algunos son una distracción. Empezando por tu secretaria, es la que más ha causado problemas de todos. Cuando llega la hora de los retos se cree la reina y empieza a mandar como si fuera la presidenta. Ella es la primera que debería salir por la puerta.

Lorena contra el jefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora