Capítulo 43

995 102 15
                                    


Solo me dejo arrastrar. Estoy aturdida por muchas razones. Primero porque Daniel me está tomando de la mano, segundo porque es la primera vez que me reconoce después de que se supo la verdad, tercero porque hice un escándalo enorme del que seguramente tendré que preocuparme luego y cuarto porque en realidad si me siento enferma. Mis zapatos son lo más interesante del mundo porque es lo único que puedo ver ahora mismo. Es como si mis ojos tuvieran un imán que los atrae al piso.

Llegamos al garaje subterráneo de la empresa. Daniel presiona un botón en sus llaves y abre la puerta para luego empujarme al interior. Después de eso se sube en el asiento del conductor.

—Puedo ir sola—murmuro, aunque la verdad no me siento capaz.

—¿Tienes idea del escándalo que armaste? —pregunta con molestia mientras se pone el cinturón.

Ruedo los ojos. La verdad es que no tengo fuerzas para pelear con él. Ni siquiera sé por qué se está preocupando por mí. Se cierne sobre mí y el calor de su cercanía se le aumenta al que siento por la fiebre, pero siento un pinchazo de decepción en el pecho cuando sólo se acerca para ponerme el cinturón.

Ni siquiera sabe donde vivo. ¿Cómo va a llevarme?

Su frustración se puede sentir desde aquí, pero no entiendo por qué. Estúpido jefe esclavista.

—Lo siento—murmura, poniendo su mano sobre mi frente—. Me pasé.

Wow, ¿de verdad dijo eso? Qué importa, ¿no debería decirme eso en un momento que esté en mejores condiciones para contestar? Esto me pone en una posición de desventaja.

—Tu y yo tenemos que hablar—dice, algo nervioso—. Pero primero tienes que descansar.

No, no necesito su piedad. Va a volver a hacer lo mismo. Me hará pensar que las cosas están bien para luego echarme la culpa. Si me lleva, luego tendrá razones para seguir teniendo poder sobre mí. Odio que tenga poder sobre mí. Odio que me importe tanto. Debo ir a casa por mi cuenta. Empezando por quitarme este cinturón... Dios, ¿por qué hace tanta calor?

—¿Qué haces? —pregunta alarmado cuando mis manos comienzan a luchar contra el cinturón. Lo sujeta en su lugar—. Para.

—No necesito que me lleves...—jadeo.

—Por favor, ¡no seas infantil!

—¡Infantil tu abuelita!

—¡Lorena, basta!

—¡Suéltameeeee! —me quejo.

—¡No puedes irte sola! ¡Estás enferma!

Tengo que quitarme este cinturón. No debo estar cerca de él, es malo para mi sistema y solo me hace sentir mas calor del que ya tengo. Un calor doloroso.

—Lorena...

—Déjame salir...

—No.

—Hace calor.

—¿Quieres que abra la ventana?

—¡No! —me quejo, tratando de quitarme el cinturón de nuevo. A lo mejor no estoy pensando muy racionalmente ahora mismo, pero eso es algo difícil con la temperatura—. Calor...

—Te llevaré a tu casa.

—No... —me quejo—. Luego volverás a tratarme mal y si es así prefiero que no hagas nada... me dolerá más mañana.

Sus manos se detienen sobre mi cinturón y en medio de su despiste aprovecho para quitármelo. Trato de estirar mi mano para alcanzar la puerta pero no abre. ¿Por qué no abre? ¿Es de esos autos que tienen seguro en la puerta? La ventana, sí, puedo salir por la ventana. Pero no tiene manija. Debe tener un botón. Sí, un botón, ¿donde estará?

Jalo la puerta.

—Así no se abre—dice Daniel.

No le hago caso.

—De verdad estas muy enferma—murmura mientras me empuja contra el asiento con sus manos—. Basta.

—No, no quiero estar cerca de ti—me quejo.

Traga grueso.

—¿Por qué?

—Porque me tratas bonito pero luego me tratas mal... me haces quererte y luego odiarte... y me duele aquí—me pongo la mano en el pecho. Creo que estoy delirando.

—¿Aquí? —pone su mano sobre la mía.

Asiento con la cabeza. A pesar de la fiebre, esta cercanía es agradable. El corazón me late tan fuerte que es doloroso.

—Me estás preocupando—me da un beso en la frente. Es muy dulce—. Si sigues así te terminaré llevando al hospital.

—No quiero... no me dejas hablar contigo, ordenas que me pongan mas trabajo que al resto, tratas bien al resto de empleadas menos a mi...—farfullo entre quejidos—. Si no me quieres entonces déjame ir para que no me duela...

Se queda estático. Está sobre mí, completamente tenso. Es la verdad, ya ni siquiera me interesa lo que piense de mí, lo que deje de decir o no. Tal vez la fiebre solo fue una excusa para que supiera la verdad.

—Es verdad, tu no me quieres... —me arden los ojos, y no sé si quiero llorar por la fiebre o por lo que digo—, tú me odias... sí, me odias... por eso... por eso eres malo...

No dice nada. Voy perdiendo consciencia y ya no estoy segura de lo que digo y de lo que no. En algún punto el coche arranca y me recuesto casi por completo en la ventanilla. Siento el movimiento del coche pero estoy tan rendida que esa es la única sensación que percibo. En algún punto nos detenemos, pero no tengo fuerzas para bajarme. ¿Donde quedaba mi casa?

Alguien abre la puerta y me carga. Cuando abro los ojos un poco veo el rostro borroso de mi madre a un lado, lo que quiere decir que me está cargando otra persona. ¿Daniel? ¿Es Daniel? Esto debe ser muy molesto para él. Debe estar maldiciendo en su interior, fastidiado porque tuvo que llevar a su molesta empleada hasta su casa.

Al rato siento la comodidad de mi colchón debajo de mí, y su sombra sobre mí no se desvanece hasta que pierdo la consciencia.


💌

...........................

O el próximo es el final, o el que le sigue, según mis cálculos. Creoooooo. Si no es asi, estamos a nada :v

Pregunta: ¿Habrá dicho algo más Lorena después de perder la consciencia cuando hablaba con Daniel? 7u7

Lorena contra el jefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora